Dedicado a la memoria del doctor Juan Madrid

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Vivimos en una sociedad predispuesta a negar la muerte. Quizá por eso, muchas personas se sienten tan desorientadas e impotentes a la hora de afrontar o acompañar un proceso final de vida. El sistema sanitario actual, centrado ... en el modelo biológico de la enfermedad, tampoco ayuda mucho porque arrincona la muerte como algo nocivo y patológico –casi contagioso– que hay que evitar por todos los medios posibles. En realidad, morir es una experiencia que forma parte de la vida y la enfermedad es solo uno de los múltiples factores que determinan el desarrollo de dicha experiencia.

Tenemos miedo a morir porque no sabemos cómo vivir. El miedo a la muerte deriva del miedo a la vida. Cuando pensamos en la muerte, todo son sentimientos de pérdida de la imagen ficticia que hemos creado de un yo físico e individual. Si no comprendemos quiénes somos y en qué consiste la vida, no podremos llegar a vivir nuestra muerte con naturalidad. Esto puede hacerse de manera consciente, mediante un proceso de entrenamiento mental y espiritual; o inconsciente, en personas sin una aparente preparación para el final de la vida pero que, llegado el momento, pueden asumir su muerte con una asombrosa tranquilidad. ¿Cuánto tiempo dedicamos durante nuestra vida a tomar conciencia de nuestra muerte?

Tenemos miedo a morir porque no sabemos cómo vivir. El miedo a la muerte deriva del miedo a la vida

Vivir es un proceso continuo de vida-muerte, de ganancias y pérdidas, de entradas y salidas. «Salir es nacer y entrar es morir», decían los sabios taoístas hace más de dos mil años en la más sencilla y verdadera explicación del morir que conozco. En nuestra cultura occidental este proceso de vida-muerte suele considerarse lineal, con un principio y un final que solo valoramos en su longitud (mejor cuanto más largo, peor cuanto más corto). Por eso siempre es mucho más trágica la muerte de un niño o de una persona joven que la de un anciano. Sin embargo, otras culturas consideran la vida como un proceso cíclico sin principio ni final: cuando el ciclo se completa, continúa expandiéndose hacia ciclos mayores que incluso preceden nuestra existencia particular. Nada que ver con la cantidad, la longitud ni la individualidad, sino con la calidad, la plenitud y la constante integración en un continuo ciclo de cambios que nos trasciende.

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Nacemos con los pies desnudos y al crecer nos ponemos unos zapatos que la vida aprieta fuerte con sus diferentes circunstancias. Cuando llega la muerte y tomamos conciencia de la fugacidad de la vida, percibimos la intensa presión de los zapatos a la que ya nos habíamos acostumbrado..., y entonces sentimos la necesidad de soltar, de liberarnos de las cargas innecesarias, de abrirnos a una nueva dimensión de la vida que en realidad siempre había existido dentro de nosotros, de volver a la sencilla desnudez del nacimiento.

Nuestra existencia podría compararse a un inmenso océano sin límites. Vivimos en islas limitadas por el pensamiento, el cuerpo, las costumbres, la cultura..., inconscientes de la inmensidad que nos rodea, archipiélagos aferrados a una existencia miserable. Morir es romper los límites y entrar en aguas desconocidas, soltar amarras y dejarnos llevar por el misterio de lo ignorado, lluvia que cae al mar. Nadie ha vuelto nunca de este viaje para contarlo, todo depende de nuestra capacidad para asumir nuestros límites y abrirnos al misterio que todos tendremos que afrontar de manera inevitable.

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Nacemos solos y morimos solos; desnudos venimos y desnudos nos vamos..., agradablemente acompañados por quien nos quiere y nos cuida. Morir es volver a nacer, por eso los cuidados paliativos tienen tanta semejanza con los cuidados de los bebés recién nacidos. Pero hay además un componente profundamente personal que solo depende de nuestra capacidad para comprender lo que somos y lo que es la vida y la muerte. Morir es vivir, vivir es morir; morimos como vivimos y vivimos como vamos a morir. ¿Podemos llegar a convertir la muerte en una celebración de una vida auténtica? ¿Quién muere realmente?

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