La FP, oportunidad para la universidad
Ha sido necesario que transcurran más de 20 años para que la Formación Profesional comience a adaptarse a las necesidades del mundo laboral
Estamos viviendo en los últimos años un claro resurgir de la formación profesional en España, después de un periodo sombrío en el que esta enseñanza ... dejó de tener demanda y reconocimiento social. Ni los alumnos que tenían la edad para cursarla querían matricularse en estos estudios, ni los padres querían que sus hijos fueran considerados como unos fracasados, escolar y socialmente. Mientras tanto, los estudiantes de Bachillerato que querían ingresar en la universidad aumentaban, en busca de éxito profesional y de reconocimiento social. Esto explica el número desmesurado de alumnos que las universidades españolas ha recibido en los últimos años y, por el contrario, la Formación Profesional se convertía en un espacio desértico por falta de alumnos y un territorio empobrecido por falta de recursos humanos y económicos.
Ya en 1969, siendo ministro de Educación José Luis Villar Palasí, con la publicación del libro blanco sobre la educación, titulado 'La educación en España. Bases para una política educativa', que sentó las bases para la elaboración de la Ley de Educación de 1970, se diagnosticó bien la situación de la enseñanza, al reconocer que la organización de la educación suscitaba serios problemas, al no responder a las necesidades que la sociedad española tenía y al señalar que la Formación Profesional no se adaptaba plenamente a la realidad del mercado de trabajo ni a las tendencias de la producción. Durante los 20 años siguientes, la formación profesional –a pesar del diagnóstico certero que se hizo antes de la transición política en España– ha estado sujeta a todo tipo de vaivenes que han impedido adaptar realmente esta enseñanza a las necesidades que tenía la sociedad española y, más concretamente, modernizar el sistema productivo a través de la formación y cualificación de los trabajadores.
Ha sido necesario que transcurran más de 20 años para que la formación profesional comience a adaptarse a las necesidades del mundo laboral y de las empresas. Prueba de este cambio son las nuevas políticas educativas de organización de esta enseñanza, la implicación de las empresas en el proceso de formación de los jóvenes, especialmente a través de la formación profesional dual (colaboración sistema educativo y empresas), la amplia y diversificada oferta de ciclos formativos y el creciente número de jóvenes que cursan esta enseñanza, tanto en Murcia como en España, aunque la demanda de la misma es todavía baja (12%) en relación a Europa (25%). Las familias ya no ven como un fracaso social estudiar Formación Profesional y, sobre todo, existe un alto consenso político en cómo orientar la política de formación profesional. En este contexto, hay que entender la siguiente historia real: una mañana, a las 9 horas, llaman a mi despacho de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Murcia, un padre con su hijo, alumno de esta facultad, y me piden entrar. Inmediatamente, el padre me cuenta esta circunstancia: después de dos años en la facultad, mi hijo no logra aprobar casi ninguna asignatura y no sabe qué hacer. El hijo confiesa que no está motivado y que se siente incapaz de superar la situación de fracaso que padece. Después de conversar unos minutos, le recomiendo al hijo dar un giro en los estudios y probar con la Formación Profesional y al padre vencer el sentido de frustración social por el fracaso escolar de su hijo. Tres años más tarde, el padre y el hijo volvieron a verme y me contaron la buena decisión que tomaron de iniciar los estudios de FP en los que el hijo había encontrado su motivación y éxito y el padre había olvidado la sensación de fracaso social familiar.
En esta nueva época de florecimiento de la Formación Profesional, caracterizada por el incremento del número que la cursan, por la flexibilidad de su organización, por la implicación de las empresas en su aprendizaje y por el alto consenso político en cuanto a las políticas de orientarla, la universidad tiene una oportunidad de oro para formar a sus alumnos en mejores condiciones, puesto que estos acceden a ella habiendo previamente optado, bien por la Formación Profesional –como vía rápida de inserción al mercado laboral– o bien, por el Bachillerato –como vía lenta de acceso al mercado laboral–, a través de un grado universitario. Esta posibilidad de elección reduce la entrada a la universidad de jóvenes desmotivados para cursar estudios universitarios y, posiblemente, sí lo están para estudiar Formación Profesional. No cabe duda de que la posibilidad de poder acceder al mercado laboral a través de la doble vía, FP o universidad, hace que los jóvenes, por una parte, se sientan más motivados en los estudios que cursan y, por otra parte, que el rendimiento académico sea mayor y, sobre todo, que el abandono educativo se reduzca sensiblemente.
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