Micropolítica
En el día después debe de hacerse una pausa, en la que se reflexione sobre la necesidad de abandonar las viejas formas de hacer política
Acaban de celebrarse las elecciones municipales en España, así como la mayoría de las elecciones autonómicas. En el caso de la Región de Murcia, ambas ... han tenido lugar en un ambiente frío y distante y en el que los ciudadanos han vivido el momento como un trámite más, sin sentirse apenas implicados. Queda lejos la movilización ciudadana de las primeras elecciones municipales de la transición política en España de 1979. No obstante, los 43 años que han pasado de aquel momento a este no han sido en vano. Han permitido la transformación de nuestros pueblos y el ejercicio democrático del poder municipal y regional, con sus claros y oscuros.
El día después de las elecciones es el tiempo de hacer micropolítica, es decir, política que sirva realmente a nuestros ciudadanos; es el momento de olvidarse de la mayoría de recetas improvisadas en tiempo de campaña electoral y de establecer prioridades de actuación, acordadas con los ciudadanos y el conjunto de partidos políticos con representación municipal y regional; es el período en el que hay que cuadrar los números, es decir, conocer bien los recursos económicos de que se dispone para llevar a cabo los proyectos prioritarios.
Hacer micropolítica requiere acuerdos, planificación, eficacia y conciencia de servicio público. Sí, hay que estar convencidos de que con estos principios es posible regenerar la práctica de la vida política y dignificar la figura del político y la función que tienen los partidos políticos en la organización de la vida ciudadana. No nos gusta a la mayoría de los ciudadanos de a pie la imagen que nos ofrecen nuestros políticos ni el espectáculo que los partidos políticos nos brindan, caracterizado por la superficialidad, la falta de proyectos necesarios y la estigmatización de los otros políticos y partidos.
En cambio, sí nos gustaría a la mayoría de los ciudadanos de a pie ver hacer política basada en acuerdos hasta donde sea posible con los otros políticos y partidos que están en la oposición. Cualquier idea o proyecto de los otros puede ser útil para el buen gobierno municipal o regional. Saber acordar no es signo de debilidad; al contrario, es manifestación de fortaleza. Para que haya acuerdos, las partes en relación deben tener voluntad de acordar, si no, es imposible. Esto es lo que sucede hoy: no hay voluntad de llegar a acuerdos y, por lo tanto, lo que hay es la voluntad de negar a los otros, olvidando que la política es trabajar por el bien colectivo, basado en los acuerdos entre todos.
La posibilidad de pactar requiere ofrecer unas propuestas y unas temáticas concretas sobre las que se pueda acordar, si no, la política se convierte en pura palabrería. La oferta de contenidos sobre los que poder convenir requiere saber lo que se quiere hacer en política, exige determinar las prioridades de la actuación política y obliga a escalonar la ejecución de estas, por dos razones: porque el tiempo de gobierno es limitado y porque los recursos económicos también lo son. El ejercicio de saber lo que se quiere materializar en el ejercicio de la política y la expresión de la voluntad de llevar a cabo el programa de acción exige por parte de los políticos la planificación del trabajo. Cualquier otra forma de actuación no lleva a ninguna parte, se cae en verborrea y fomenta el malestar de los ciudadanos hacia la vida política.
Con acuerdos sobre propuestas y temáticas concretas, la micropolítica asegura una gestión de la vida pública eficaz y creíble, manifestada en los buenos resultados previsibles en cada uno de los ámbitos objeto de la acción de gobierno. El mercadeo al que hemos asistido en los pasados días de campaña electoral por parte de los políticos y partidos no cabe en esta forma de hacer política. A la sinrazón de ofrecer el que más, sin ninguna base programática y sin respaldo presupuestario, la buena forma de hacer política responde con acordar entre todos o con la mayoría, llevar a cabo aquello que es necesario, en el tiempo programado y con los recursos económicos asegurados.
Esta forma de entender la acción política se sitúa lejos del espectáculo artificial que frecuentemente la rodea, y muy cerca –en cambio– de pensar y sentir que al oficio de político debe accederse si se tiene conciencia de lo que es y a lo que obliga el servicio de la cosa pública. En el día después de las elecciones municipales y autonómicas debe de hacerse una pausa, antes de iniciar el nuevo curso político, en la que se reflexione sobre la necesidad de abandonar las viejas formas de hacer política, sustentadas en intereses personales y partidistas, y que se apueste por la mejor gestión de lo público, buscando acuerdos, planificación y eficacia.
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