Seguramente es una broma eso de que el Gobierno central quiere hacer cambiar al Gobierno autonómico de Murcia –o que no se lo pongan– el nombre de su flamante aeropuerto: Aeropuerto Internacional Región de Murcia-Juan de la Cierva, que como ustedes saben fue un ... murciano inventor del autogiro, que no fue precisamente el invento de la piedra de mechero. Debe de ser que he perdido mucha vista y no leo bien las noticias, tengo que ir al oftalmólogo o al óptico a ver si me la gradúan bien. Porque no puede ser verdad.

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Sin embargo, lo que sí me pareció en su día un disparate –y lo dije– es el aeropuerto mismo. Ese aeropuerto (viejo sueño que puede acabar en pesadilla) creado por el prurito de que nosotros no vamos a ser menos: si el pueblo de al lado tiene aeropuerto, nosotros, también, aunque sea ruinoso, como de hecho lo es. Lo del aeropuerto está en la dinámica de las universidades: cada aldea quiere la suya, no importa que en cada ciudad haya tres facultades de lo mismo y 200 en España y 200.000 nuevos parados de lo mismo cada año.

Volvamos a Juan de la Cierva y Codorníu: el motivo por el que se pide que retiren su nombre al 'excesivo' aeropuerto (yo sigo pensando que es una broma) es porque fue franquista y tomó parte activa en el golpe de estado que provocó la guerra civil. No es poca cosa, desde luego, pero tampoco es poca cosa inventar el autogiro. Otra cuestión es que haya estatuas ecuestres al dictador mismo o a ciertos personajes que fueron criminales.

Claro, seguir esa lógica sería como querer borrar la historia. Por ejemplo, negar a Platón como fundador de la filosofía porque convivió sin mala conciencia con la esclavitud; o quemarle a Cervantes 'El Quijote' y quitar su nombre a bibliotecas, calles e institutos porque ridiculizó a la mujer vía Dulcinea. Por no evocar la paradoja de que De la Cierva dé su nombre a unas prestigiosas becas educativas, además de a numerosos centros o calles, incluyendo un barrio entero en Getafe: bórrese todo, es más, borremos la historia. Donde dijimos digo, digamos Diego.

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¿Podemos cortar las cuerdas vocales a Plácido Domingo, o borrar sus discos e ignorar que es uno de los grandes tenores de la historia porque en el pasado acosó a muchas mujeres? Desde el otro lado: ¿pueden desvencijar al gran humanista y escritor Manuel Azaña porque fue presidente de la República? ¿O podemos ignorar la grandeza de Picasso y cerrar sus museos porque maltrataba a sus mujeres? Primero: estamos ante la vieja mala costumbre de juzgar el pasado con mentalidad actual. Segundo: de los grandes hombres, escritores, artistas, quedémonos con su obra y olvidemos –o critiquemos– todo lo demás. Lo contrario es un disparate de nunca acabar.

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