Por definición, un expresidente del Gobierno es como un jarrón chino: muy valioso pero que nunca sabes donde ponerlo. José Luis Rodriguez Zapatero se ha ... empeñado en desmentir el aserto. Y eso que cuando iba de Bambi decía que su sueño era retirarse en León, volver a la docencia y, en sus ratos libres, dedicarse a contar nubes. De lo dicho nada, pero es cierto que sigue conservando ese discurso un poco remilgado, algo curil, de coadjutor de parroquia obrera. Hace unos días en la inauguración del congreso socialista de País Vasco les decía a sus compañeros: «Estoy enamorado de los congresos del PSOE, estoy enamorado del Partido Socialista Obrero Español, porque los vivo con intensidad, con amor, porque en el amor hay esperanza, permanencia, autenticidad, y eso, une bastante». Habla del universo, del infinito, « Somos el único lugar del universo donde se puede leer un libro y amar», filosofaba en otro de sus asiduos mítines. Por lo visto, sigue mirando a las nubes, pero en los ratos que le deja la contemplación se ha dedicado a tareas más oscuras.

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De jarrón chino, nada. ZP sin cargos institucionales, ni políticos, se ha demostrado un embaucador que se mueve con soltura en las zonas grises de la política y los negocios. Y, Pedro Sánchez, ha encontrado en el ex-presidente a un perfecto blanqueador de sus políticas truculentas y sus alianzas contra natura. Sobre todo hacia dentro del PSOE, donde juega el papel de contrapeso de Felipe González, que representa la voz de la Transición y del socialismo auténtico. La asistencia de ZP a los congresos, donde dice que le invitan porque le gustan mucho, forma parte de la estrategia sanchista de enlazar con el PSOE profundo y vender todo el andamiaje de promesas incumplidas, falsificaciones y enredos, que el inquilino de la Moncloa ha ido construyendo para afianzar su poder en el Gobierno y en el partido.

Como no está obligado a la transparencia ni a rendir cuentas a nadie, ZP, se ha especializado en trabajar en el subsuelo de la política y llevar recados a los interlocutores más indignos. Es muy complicado saber en qué negocios anda el ex-presidente, pero ahora no oculta que despacha con naturalidad en Bruselas con el fugado y secesionista Puigdemont para trasladar las ofertas y contraofertas que intercambia el líder de Junts con Sánchez. Lo de vivir en las nubes, de vez en cuando le resulta útil porque le permite camuflar su apoyo real al masivo fraude electoral de Maduro en Venezuela y la usurpación del poder a Edmundo González y Corina Machado. Con su sonrisa bonachona es capaz de hablar de democracia y al tiempo presentar la cesión al chantaje de los secesionistas como un triunfo del diálogo. «Tranquilos, habrá gobierno hasta 2027» anunció. Lo que no ha querido decir es hasta cuando seguirá patrocinando al usurpador Maduro.

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