Me pongo en el lugar mental de un votante del PP en las próximas elecciones generales (interiorizar la suposición apenas me ha costado leves convulsiones). Me refiero a votantes con sentido de la ética y concepciones conservadoras civilizadas, no a quienes desbancar del Gobierno a ... Pedro Sánchez, al precio que sea, es su único horizonte. En ese supuesto, el del ciudadano de derechas con escrúpulos, se me plantearía no sé si un dilema pero sí al menos un reparo por la práctica de pactos para gobernar que el PP ha llevado a cabo con Vox en municipios y autonomías. Y sobre todo que, en caso de resultar necesario para llegar a La Moncloa, Feijóo ya ha anunciado que se repetirá con creces en su Gobierno. La posibilidad de Abascal vicepresidente se perfila así como un atisbo inquietante que supera la mera elucubración.

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Para conseguir apoyos que le brindaran las alcaldías, el PP ha permitido la entrada de 160 concejales de Vox en cerca de cien municipios que suman algo más de tres millones de habitantes. Pero lo más espectacular se ha producido en los parlamentos autonómicos, con cargos clave en Aragón, Baleares y Valencia (y ahora con una consejería en el Gobierno de Extremadura). Empleo el término 'espectacular' porque los perfiles de esos próceres autonómicos de Vox son espectaculares, de un reaccionarismo caricaturesco no por ello menos peligroso. Son antitodo, la presidenta de las Cortes de Aragón es hasta negacionista de las vacunas contra la pandemia. Solo les falta añadir que la Tierra es plana. El adalid Espinosa de los Monteros aclaró que esos cráneos privilegiados no son los frikis del partido, sino de lo más granado de sus prietas filas; qué tranquilizador.

Si el PP gana las elecciones, cosa que está por ver, preferiría que lo hiciera por mayoría absoluta (escribirlo me ha hecho bizquear) para que no necesitara a Vox. También podría ser que el PSOE se abstuviera en la investidura y permitiese a Feijóo gobernar en minoría. Sería una decisión así mismo ética y con talla de Estado.

Si un equivalente a PP con Vox se hubiera dado con pactos de gobierno del PSOE con Esquerra Republicana y EH Bildu (contar con el apoyo a una ley o para la aprobación de presupuestos no es lo mismo que dar entrada en el poder) se habría terminado mi voto socialista. Un amigo que ha decidido votar esta vez al PP, y al que planteé el reparo ético de que he tratado en esta columna, me decía que no se siente constreñido por los pactos posteriores a su voto aunque sea, como en este caso, la crónica de una muerte anunciada. No lo veo así y espero que otras personas tampoco.

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