Obra maestra' es una peculiar (en el mejor sentido) y humorística novela de Juan Tallón en torno a diversos surrealismos en el mundo del arte contemporáneo. Parte de un hecho veraz y sorprendente: la desaparición en 1990 de una escultura de Richard Serra de 38 ... toneladas de acero, propiedad del Centro de Arte Reina Sofía, que estaba en el almacén de una empresa especializada. Sobre algo relacionado, Tallón cita dos consideraciones maximalistas de Emil Cioran que quizá sean apócrifas adrede. En todo caso, 'se non é vero, é ben trovato'. Que era partidario de la pena de muerte para la gente impuntual y que él cometería un crimen por llegar a la hora. Yo no llegaría a esos extremos, pero estoy de acuerdo con el espíritu de ambas consideraciones.

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Quienes me conocen saben que si me retraso en una cita es porque me ha pillado un coche o he sufrido un severo jamacuco (me hace gracia esa palabra). Incluso peco de llegar cinco minutos antes de la hora convenida. Según un amigo con quien tuve relaciones laborales y del que me mosqueaba que practicara ser impuntual por sistema, la puntualidad es la virtud de los mediocres. Pues lo será. A mí, sin embargo, ser impuntual en una cita, sin motivo, me parece una falta de consideración. Me pone nervioso y me crea ansiedad cuando es para una reunión de trabajo con terceros y la persona con la que acudes llega al límite, o tarde y hace que yo también incurra en impuntualidad. A partir de ahora, cuando suceda, me acordaré de Cioran.

En la impuntualidad hay curiosos patrones puntuales. Una amiga llega siempre y con exactitud diez minutos tarde; no más y no menos. Sé que nada resolvería quedar con ella absorbiendo ese margen de diez minutos, puesto que sumaría otros diez. Pensarán: pues llega tú también diez minutos tarde y asunto resuelto. Ya, pero no podría; soy incapaz de hacerlo.

El colmo de la impuntualidad es no acudir. El caso más espectacular me pasó con una pareja de sevillanos en su ciudad. Cené con ellos y por iniciativa suya quedamos a la mañana del día siguiente porque querían llevarme a no recuerdo dónde. No acudieron. Explicación posterior: es que como nos liamos ayer hasta tarde, hemos pensado que tampoco tú aparecerías.

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La escultura de Richard Serra tampoco apareció nunca. No es improbable que la robaran, vendieran todas esas toneladas de acero de primera calidad y terminaran en una fundición. El asunto se resolvió con la realización por parte de Serra de otra idéntica, que declaró tan original como la primera, y que vendió de nuevo al Reina Sofía. No consta si el plazo de entrega se cumplió con puntualidad.

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