Como profesor que todavía soy de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y en el trance de redactar la nueva edición de la Guía Docente de la asignatura, acabo de recibir una instrucción de los responsables, entiéndase el vicerrector del ramo, sobre la inclusión ... en tales Guías de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Como soy disciplinado y quiero ser respetuoso con quienes deben velar por nosotros, y sobre todo por la calidad de las materias que impartimos, me he metido (sería demasiado decir que con fruición o entusiasmo) a los documentos adjuntos donde se explican los Objetivos de Desarrollo Sostenible que nuestra asignatura debe afianzar. He visto entonces que se trata de aplicar una directiva gubernamental sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de cara al 2030. No pueden ser mejores ni mejor intencionados. Entre ellos eliminar la pobreza o luchar para hacerlo, promover la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, sean de la raza que sean, combatir el cambio climático.
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Como el documento en cuestión plantea diecisiete metas del cariz semejante a las tres que he enunciado y cada una de esas metas desarrolla entre 7 y 14 objetivos, me permitirán los lectores que no los abrume. Ya estamos los profesores suficientemente abrumados con rellenar tales directivas. Ando imaginando cómo el profundo cambio que supuso para el género novela (la libertad) el punto de vista cervantino puede o no ayudar a combatir la pobreza o el cambio climático. En todo caso, me consuela saber que quienes dialogan con Cervantes estarán más preparados para comprender la vida que quienes no lo puedan o sepan hacer. De modo que yo quedo tranquilo. Y sobre todo quedaré más tranquilo cuando me limite a rellenar casillas lleno de entusiasmo y afinidad con los dictámenes oficialistas. Bastaría más. Soy funcionario además de profesor y he aprendido a hincar la cerviz ante sucesivos dictámenes ministeriales que se cuelan y deslizan luego a vicerrectorados del ramo, jefaturas de estudios, comisiones de calidad, vigilantes varios de lo que Barthes, con buen tino, llamó la Medusa o Doxa. He de decir que en los últimos años el rostro de esa Medusa o Doxa, en la forma de verborrea socialmente extendida sobre lo que podríamos llamar oficialismo biempensante, está empezando a ser insoportable, sobre todo por hacernos perder demasiado tiempo. Ese tiempo perdido en la adaptación puramente verbal, con fórmulas ya hechas, de aquello que tales directivas prescriben.
Pero ¡qué lujo el mío!, bastará con repetir en la Guía docente cuanto conozco de esas frases sobre igualdad, pobreza, cambio climático, y decir que todo el programa las tendrá en cuenta y con ello quedaré a salvo. Digo lujo porque una amiga mía a la que le he contado esta tesitura me ha revelado la verdad más verdadera. Toda esta palabrería de un pedagogismo pseudoavanzado suele ser consecuencia directa del lavado de conciencia de unas autoridades educativas que suplen con tales programas el dinero que no aportan para ejecutar una mínima garantía de aulas realmente sostenibles. Seré concreto. Esa amiga mía es docente en un instituto y enseña a adolescentes, y me ha dicho que la tesitura en la que ahora yo me encuentro de Objetivos de Desarrollo Sostenible' es la misma que ella viene encontrando varios años, rellenar más y más objetivos y más y más directivas de desarrollo educativo sostenible. Eso por las tardes. Y por las mañanas intentar resolver cómo una adolescente alumna ha agredido a otra en el patio, y cómo hay alumnos que sufren abusos ya en su casa, y unas realidades que exceden con mucho aquello para lo que esos docentes situados en lo que aquí llamo 'trinchera educativa' han sido preparados y se las tienen que ver. No hay rebaja de ratios, no hay dinero que invertir en profesorado especializado (incluso en muchos casos con ayuda psiquiátrica) para una población estudiantil que con las redes sociales está viviendo una revolución insólita. Esa amiga me ha dicho la gran verdad de muchos docentes en la trinchera: «Para desarrollo sostenible estoy yo. Me bastará con lograr que no pasen la clase mirando el móvil, se comporten con educación y respeten al diferente». Por favor, autoridades educativas, no disimulen en directivas una flagrante falta de inversión del PIB educativo y de medios del profesorado (también en la Universidad). Lo demás son cuentos. En esos cuentos estoy rellenando objetivos de desarrollo sostenible para mi guía docente. No diré que feliz.
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