Confieso mi afición por el género distópico, que ha legado a la literatura universal títulos como '1984', 'Fahrenheit 451', o 'Un mundo feliz'. Esta última ... obra plantea cómo la ingeniería genética puede convertirse en un instrumento al servicio de la ingeniería social, de tal suerte que, desde la probeta, unos individuos son seleccionados para servir y otros para ser servidos. Esta sociedad, a todas luces injusta, se sostiene merced a la dispensación libre de una droga llamada 'soma' (del griego, cuerpo) que hace feliz a cuantos la toman, cimentando así el orden social establecido. El peaje que pagar a cambio de esta felicidad artificial es la pérdida de la voluntad.

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Resulta curioso que los hoy día muy populares medicamentos inyectables para el tratamiento de la obesidad comenzaran a darse a conocer en los medios de comunicación como las «drogas de Hollywood», llamadas así porque celebridades como Kim Kardashian, Elon Musk y Oprah Winfrey confesaron tomarlas para perder peso. En el caso de Kardashian, de hecho, para lograr embutirse el icónico vestido que vistiera Marilyn Monroe para cantarle 'Happy birthday, Mr. President' a JFK. Tras este consumo frívolo de famosos y tecnomagnates de un 'soma' nada libre, sino muy exclusivo, por su elevado precio, se oculta la realidad de que la obesidad ha alcanzado dimensiones pandémicas. Merece, por tanto, la pena preguntarse acerca de las bondades y riesgos que conlleva la utilización de estos medicamentos en nuestro entorno, máxime cuando ninguno de ellos (salvo el ya mencionado Ozempic, y solo para la diabetes tipo 2) está financiado por el Sistema Nacional de Salud.

Acotemos primero la escala del problema. De acuerdo con el Atlas Mundial de la Obesidad, se estima que en 2035 un 54% de la población mundial (cerca de 3.300 millones de personas) será obesa o tendrá sobrepeso. España se halla en la actualidad entre los 20 países del mundo con una mayor proporción de hombres adultos (nada menos que el 74%) y de niños (42%) con obesidad o sobrepeso. La obesidad representa en nuestro país el segundo factor de riesgo de muerte prematura, tan solo por detrás del tabaquismo, restando alrededor de 3 años de esperanza de vida. Y el impacto económico que supone este fenómeno, en términos de consumo de recursos sanitarios y pérdidas de productividad, ronda el 3% del PIB nacional. Si descendemos al ámbito regional, la Comunidad murciana es, por desgracia, el territorio con el mayor porcentaje de población obesa de toda España; nada menos que aproximadamente 1 de cada 5 habitantes de la Región tiene obesidad, un 22% más que el promedio nacional.

Ante un riesgo para la salud de tal magnitud, resulta comprensible la gran expectación que despierta la última hornada de medicamentos adelgazantes, cuya punta de lanza son los denominados 'análogos' del GLP-1 (péptido similar al gluacón tipo 1). El gluacón-1 es una hormona liberada por el intestino delgado en respuesta a la ingesta de nutrientes, potenciando así la acción de la insulina que segrega el páncreas, ralentizando el vaciado del estómago y aumentando la sensación de saciedad. La eficacia de estas 'drogas' radica en que la molécula o principio activo en que se basan (semaglutida, liraglutida y otras) imitan (de ahí lo de análogos) a esta hormona, uniéndose a los receptores celulares, inhibiendo el apetito.

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En Estados Unidos, así como en varios países europeos, ya se comercializan medicamentos de esta índole, con nombres comerciales como Wegovy, Mounjaro y Zepbound, los cuales han demostrado en ensayos clínicos que pueden provocar pérdidas de peso superiores al 20%. No solo eso, sino que ya hay evidencia de que, además de adelgazar, pueden reducir hasta en un 20% el riesgo de sufrir infarto e ictus, así como hasta en un 24% el de enfermedad renal. Zepbound, basado en un análogo dual que actúa sobre el GLP-1 y otra hormona, ya ha sido autorizado en EE UU. como el primer medicamento indicado para la apnea obstructiva del sueño. Además, y aunque aún está por confirmar rigurosamente, estos medicamentos podrían ser útiles para tratar trastornos neurológicos y psiquiátricos, como el párkinson, el alzhéimer, la depresión y las adicciones al alcohol y otras sustancias. En definitiva, son tales sus bondades, que la prestigiosa revista 'Science' los eligió avance científico del año 2023 y los científicos que descubrieron las propiedades del GLP-1, base del desarrollo ulterior de estos medicamentos, han sido galardonados con el Premio Princesa de Asturias de Investigación 2024.

Hasta aquí todo son luces. Sin embargo, hay que señalar también algunas sombras. Para empezar, en España hay problemas recurrentes de desabastecimiento de Ozempyc para enfermos diabéticos, puesto que este medicamento se está retirando de las farmacias (incluso sin receta, como ha alertado la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios) por personas que quieren adelgazar. El alto coste de estos medicamentos (Wegovy, por ejemplo, cuesta en España 292 euros) y su ausencia de financiación introduce una inequidad en el sistema que, por un lado, puede hacer que quienes accedan a estos fármacos no sean necesariamente quienes más los necesitan y, por otro lado, que se incremente el riesgo de discontinuidad en el tratamiento. Hay que subrayar este punto, ya que estos medicamentos están concebidos como un tratamiento crónico, complementario a la dieta y el ejercicio. En la actualidad, el porcentaje de pacientes que abandonan la terapia al año de iniciada oscila entre el 50% y el 75%. Y entonces sucede como cuando se interrumpe una dieta, hay un potente efecto rebote, recuperándose el peso perdido y empeorando los niveles de azúcar, presión arterial y grasa.

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Dados los beneficios múltiples que parecen poseer los análogos del GLP-1, parece inevitable incluirlos en la prestación farmacéutica pública, pero renegociando su coste con los laboratorios (que los venden más barato en Alemania, Dinamarca o Reino Unido) y, en un primer momento, solo para los subgrupos de población más necesitados (pacientes con obesidad grado II con enfermedades concomitantes y obesidad grado III). Dicho esto, la obesidad es una enfermedad compleja y multicausal. Nos equivocaríamos si ponemos el foco en la medicalización de los pacientes y no tanto en prevenir los entornos obesogénicos desde la infancia (todo a nuestro alrededor conspira para que comamos más), en facilitar y fomentar hábitos de vida saludables y, sobre todo, en combatir la pobreza y la desigualdad ¿Sabían que la prevalencia de la obesidad es cuatro veces mayor en esta región entre la población con menor nivel de estudios? Pues eso: la obesidad no se previene solo con medicamentos.

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