Pocas canciones como 'Chica de Ayer' –así es el verdadero título, según el manuscrito que se conserva de su autor, y no 'La Chica de Ayer'– se han visto rodeadas de tanto misterio, como sucede en las buenas novelas policiacas en donde ni siquiera un ... final cerrado, con el asesino cabizbajo y las manos esposadas, logra tranquilizarnos. Porque no sólo está la cuestión, desvelada sólo a medias, de cuál podía ser la identidad de la 'chica' a la que se refería Antonio Vega con la magia de su voz, repleta de nostalgia y de dulzura.

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En las emisoras de radio, en programas en los que se evocan los éxitos de antaño, aún se puede escuchar con cierta frecuencia la conocida canción que Nacha Pop puso en el mercado justo cuando se iniciaba la década de los ochenta, en pleno proceso de transición. No en vano, fue elegida la canción –me niego a emplear la palabra 'tema', a la que con tanta frecuencia recurren los 'expertos' musicales– más emblemática de la Movida Madrileña. Lo que no es poco privilegio si tenemos en cuenta que de la misma salieron numerosos talentos como Almodóvar. Y, por si ello fuera poco, en la revista 'Rolling Stones' figura como la segunda canción más importante de la historia del pop/rock español de todos los tiempos. Por detrás, cómo no, de 'Mediterráneo', del grandísimo Joan Manuel Serrat.

Se ha escrito mucho y se ha hablado largo y tendido sobre 'Chica de Ayer'. Sobre cuándo y cómo se compuso, sobre su significado, sobre lo que supone en la historia de la música española. Pero, sobre todo, acerca de la identidad de 'la chica'. Cuentan que, un buen día, en 1977, mientras Antonio Vega hacía la mili en Valencia, después de una disputa con uno de sus superiores, que, supongo, le llevaría al calabozo, a no salir el fin de semana o, en el mejor de los casos, a 'chuparse' la tercera imaginaria de esa noche, este muchacho veinteañero se encaminó hacia la vecina playa de la Malvarrosa, y allí, contemplando el mar, sentado sobre la mullida arena, comenzó con 'Un día cualquiera no sabes qué hora es...', seguidos de otros diecisiete hermosos y sugerentes versos donde se alude al bar El Penta de Madrid, lugar en donde se reunía lo más granado de la Movida, con un lenguaje sencillo pero evocador, inspirado por el aire salino que le acariciaba la cara y que le conducía en volandas a ese otro rostro coronado por un cabello rubio como el oro, como en aquel famoso soneto de Garcilaso escrito, a la orilla del Tajo, cuatro siglos antes.

Fue elegida la canción más emblemática de la Movida Madrileña, lo que no es poco privilegio

El destino no ha querido que se sepa con absoluta certeza quién fue esa chica de ayer que en la canción de marras reina durante tres minutos y medio. Parece ser, y así se dejó reflejado en algunos medios de comunicación, que la directora del documental titulado 'Tu voz entre otras mil', destinado a rememorar la malograda figura de Antonio Vega, que murió a los cincuenta y un años, Paloma Concejero, después de mucho preguntar dio al fin con la diseñadora Maite Echanojaúregui, una rubia de diecisiete años –Antonio contaba entonces con veinte– que asistía con cierta frecuencia, sin perderse detalle, a los ensayos de Nacha Pop.

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A Maite, que ya había cumplido los cincuenta y cuatro, no le importó acudir al rodaje para contar, con pelos y señales, toda la verdad y nada más que la verdad. Y quedó con Paloma para unos días después de la llamada telefónica. Un encuentro que jamás llegó a producirse porque Maite murió repentinamente, de un infarto, justo cuando estaba a punto de desvelarse el mayor enigma que encierra la canción que, en cualquier caso, ha quedado para siempre como símbolo de la juventud y del desamor. Todo un himno generacional.

Demasiado tarde para comprender.

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