Es harto difícil pasar a la historia siendo fotógrafo, por más que la fotografía, como la literatura o el cine, sea, indiscutiblemente, un arte. Nos ... fijamos en la noticia, en el titular, y nos adentramos en su lectura, pero la fotografía que la acompaña, por muy extraordinaria que sea, suele pasar inadvertida. De manera que quien se lleva todos los honores es el autor del texto, relegando a un segundo plano a quien firma esa instantánea que lo ilustra y le da sentido.

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A Robert Capa, por ejemplo, que, por cierto, se ha convertido en un personaje en la novela española más vendida en estos últimos meses, 'La península de las casas vacías', lo salvó su fotografía titulada 'Muerte de un miliciano', de la que se ha discutido, incluso, su autenticidad. De no haber sido por ella, su paso por la Guerra Civil española hubiera sido ignorado por completo.

A Juan Leal, es decir, Juanito el 'Calavera', como lo conocemos de toda la vida en el rincón de la huerta murciana en donde vino al mundo, en ese lugar llamado Las Canales, ubicado entre las pedanías de Los Dolores y Beniaján, se le quiere mucho porque ha llegado a donde ha llegado –a uno de los periódicos más prestigiosos y con más solera de todo el ámbito español, como es el diario LA VERDAD– partiendo casi de la nada, procedente de una familia humilde y poco leída, pero honrada y trabajadora. Lo de 'Calavera', si he de ser sincero, no tengo la menor idea de dónde pueda venir, porque en la Huerta los apodos suelen ser bastante arbitrarios y muy caprichosos. Pero no creo que tenga nada que ver con el 'calavera' que con tanto tino describió Mariano José de Larra, el padre del periodismo moderno; es decir, un vivalavirgen, alguien que va por ahí derrochando su vida, por lo que no creo que sea su caso.

En la Fundación Cajamurcia, entre las fotografías que ha escogido el comisario de la exposición, que no es otro que Quique Martínez Bueso, hay de todo, de todo lo bueno que pudo salir, durante casi medio siglo, del objetivo de la cámara que siempre llevaba colgada al hombro, como un fusil listo para el disparo: desde un agricultor chillón y desdentado reivindicando aquello de 'Agua para todos', hasta un hermosísimo retrato de la genial actriz Margarita Lozano, que sostiene entre sus manos un vaso de agua como quien espera que de él aparezca un genio, ese mismo genio que nunca le faltó a esta mujer. Y, entre una y otra placa, el grandísimo artista José María Párraga, descojonándose de risa él solo, sentado del revés en una Vespa y exhibiendo un pirograbado suyo como si nos mostrara la Copa del Mundo que acabara de ganar por goleada. Juanito era capaz de que el agua y el lodo le llegaran hasta el cuello con tal de conseguir el mejor encuadre. De ahí esa foto de un esforzado grupo de personas que saca una caravana del mar a donde había llegado por la descomunal fuerza del agua en la 'riá' de Mazarrón en septiembre de 1989.

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Pero la foto que más destaca es, sin duda alguna, la que ocupa la portada del bonito catálogo: el padre Joseíco, ataviado con su sotana y con la mirada al frente, seria y atenta, a bordo de un viejo ciclomotor que no creo que corra a más de veinte por hora.

Sin embargo, lo más gracioso del asunto es que Juan Leal es un auténtico petardo cuando posa para otro fotógrafo. Ya se sabe que en casa de herrero... En una de esas instantáneas, tomada en la Base Aérea de Alcantarilla, Leal no sabe cómo puñeta poner las manos: la una en el bolsillo y la otra al buen tuntún. Un verdadero desastre.

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Juanito Leal merecía, sin duda alguna, esta soberbia exposición auspiciada por la Fundación Cajamurcia. Y se merece, asimismo, más que ningún otro, nuestra admiración, nuestro cariño y nuestro respeto más sincero, por muy calavera que haya sido el zagal.

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