![Paul Auster, el arte de contar mentiras](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/05/01/paulll-khCF-U2102260153140m0C-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Ha muerto Auster, el gran Paul Auster, el escritor de raza, el enorme contador de historias, el amigo de la literatura española, el hijo de Cervantes, el hermano menor de don Quijote, con el que compartió su soberbia y disparatada imaginación sin límites.
A finales de los ochenta, sorprendido por la calidad literaria de este excelente novelista, hablé por primera vez de Paul Auster en algunas universidades de los Estados Unidos. Y no lo conocía nadie. Ni a él ni a Richard Ford, que era otro de mis recientes descubrimientos. Y eso que ya había publicado su espléndida Trilogía de Nueva York, en donde se postulaba como un escritor de raza, uno de esos raros casos en el que alguien, salta a la vista, está tocado por la mano de Dios. Tuve que escribir su señas en la pizarra de la clase, por si yo no sabía pronunciar bien su nombre. Y no hubo respuesta.
Su poética, después de habernos ofrecido, al menos, media docena de títulos que quedarán entre los más grandes de los siglos XX y XXI, podría resumirse en una sola frase, en una frase breve pero concluyente: 'La mentira es todo un arte'. Así se lo expresa, en la película de Wayne Wang, con guion de Paul Auster, titulada 'Smoke', un escritor fracasado, que, tras la muerte violenta de su esposa, se ha quedado sin ideas, llamado Paul Benjamil (William Hurt), a su amigo Auggie Wren (Harvy Keitel), justo cuando este le cuenta una historia inventada que pretende hacer pasar por verdadera. La verdad de las mentiras, que diría Mario Vargas Llosa.
Auster, en su casi medio siglo como narrador, con su ímpetu, con la fuerza de su prosa, con su capacidad de inventiva, con ese sólido estilo que le caracteriza, ha revitalizado la narrativa occidental justo en el momento en el que esta andaba un tanto desorientada, ensimismada, enflaquecida, demasiado bien pagada de sí misma.
Ahora, tras su muerte, se entiende mucho mejor el sorprendente final de su recién publicada última novela, 'Baumgartner', que, por lo que se aprecia, encerraba entre sus páginas todo un misterio que parecía, hasta hoy mismo, críptico, indescifrable. Su final sugiere el regreso, el eterno retorno, la vuelta al principio y a la vida cuando parece que todo se acaba. Es obvio que Paul Auster, enfermo de gravedad, se estaba acostumbrando al silencio de las estrellas, a la oscuridad de la noche, a convivir con fantasmas.
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