Trump. Tú ya sabes cómo funcionan estas cosas. Y si no lo sabes, te lo imaginas. También en política. A Trump, imperial e imperioso, ... poderoso y garboso presidente de los Estados Unidos de América, alguien le avisó en su día sobre un zagal llegado desde El Palmar, cuna de genios y talentos, que andaba cuadrando círculos, revolviendo bits, neuronas y cúbits en la multinacional IBM. Alguien le bisbiseó a Donald que aquel tipo de sonrisa abierta y gesto cómplice estaba batiendo récords en la división de investigación y desarrollo del gigante informático. Que el futuro está en la computación cuántica y que en ese campo, el murciano importado desde la cuna del Reguerón es más número uno que su paisano Carlicos Alcaraz pasando bolas. Y Trump sacó su cuaderno azul, ese que siempre tiene a mano todo presidente que se precie, y anotó el nombre de este nuevo murciano de dinamita que ha sabido liderar, fíjate tú, una de las organizaciones de investigación más influyentes del mundo, con un presupuesto anual de miles de millones de euros y un amplio equipo dedicado a inventar el futuro, ese futuro que tanto nos desafía con las nuevas tecnologías, la computación, la nanotecnología (la especialidad de Darío) y la inteligencia artificial. Para no exagerarte te cuento que hasta seis investigadores de IBM Research, su división, han logrado el Premio Nobel. A ver quién no te dice a ti que un día, más pronto que tarde, no tenemos a un paisano de El Palmar alcanzando tan preciado galardón universal. Cuando llegó la pandemia, te cuento, el tipo que ideó y creó el consorcio de supercomputación covid-19 fue, claro, Darío. Y Trump, Donald, que de tonto no tiene ni el flequillo, lo fichó de inmediato para su consejo presidencial de asesores de ciencia y tecnología en la Casa Blanca. De vuelta a la presidencia, el nombramiento no se ha hecho esperar como nuevo subsecretario de Ciencia e Investigación del Departamento de Energía. «Es un empresario y científico brillante», proclamó Trump en su red social Truth.

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Diploma. Darío Gil Alburquerque no solo es un sabio, un genio, un lumbrera. Además es un visionario. Tiene el don divino de ser un avanzado de su tiempo. Y ya nos dibuja un panorama de futuro, ya te digo, en el que el personal podrá conectarse a internet directamente con el cerebro a través de gorras o diademas capaces, incluso, de leer el pensamiento. Imaginación al poder. Y Darío Gil, a los mandos.

Resulta que Pepe Luján, el rector-lince de la UMU, ha estado rápido para traer a Darío a Murcia, su tierra, para recibir toda clase de parabienes, 'honoris causa', felicitaciones, plácemes y norabuenas. El 'panochari' López Miras, que con los años gana oficio, se apuntó rápidamente al carro, recibió al alto cargo de Trump en San Esteban, le hizo entrega del diploma de servicios distinguidos y cuadró con él una visita oficial a su despacho institucional de Washington cuando puedan cuadrar las agendas.

Fíchalo. Lo curioso vino después, en la cena de atención protocolaria ofrecida a los Gil Alburquerque, familia tan murciana que era la propietaria de aquella librería, Origen, que igual recuerdas. A la cena en cuestión asistió López Miras, embajada académica y universitaria junto a la familia, encabezada por la matriarca del clan, doña Concha, una murciana con gracejo y entusiasmo por sus hijos. Tú ya sabes que a veces me hago acompañar de un enano infiltrado, jodido tribulete que en todas partes se mete, que en esta ocasión se disfrazó de camarero del Morales. Y allí pudo escuchar, cómo el resto de los comensales como doña Concha emplazaban a un encandilado 'panochari' a que fichara a su hijo Román. «Todos mis hijos tienen un talento especial. Darío es muy brillante y va a conseguir todo lo que se proponga. Ahora, si quieres un consejo, ficha a mi hijo Román. Tiene capacidad para triunfar donde vaya. Lo sé yo que soy su madre». Y nuestro 'panochari' lorquino de La Arboleja, me cuenta el enano infiltrado, sacó su cuaderno azul y respondió convencido y sonriente: «Si es tan bueno, habrá que contar con él. Me gusta la idea, doña Concha».

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Sagardoy. Román Gil Alburquerque, de los Alburquerque de toda la vida, es un destacado abogado laboralista, socio del prestigioso bufete de Sagardoy asociados, con una amplia, brillante y reconocida trayectoria en técnicas de negociación, lo que en política es un valor tan necesario como reclamado. Otro palmareño ilustrado que se siente orgulloso de su tierra. Y que ocupa un lugar privilegiado en el cuaderno azul de López Miras. Tal y como está el panorama político en este país, es difícil que un profesional acreditado de la talla de Román se acabe decidiendo por dar el salto. Pero oye, cosas más complicadas han ocurrido. Tampoco dejar IBM por una subsecretaría con la sobrecarga que conlleva renunciando al puestazo en la multinacional debe ser cosa fácil. Y Darío lo ha dado. Quién te dice a ti que llega un día y Román le hace caso a su señora madre y se viene a Murcia para integrar un consejo de gobierno, o una candidatura atractiva. Cuando, terminado el acto en la UMU, me acerco a Román para comentarle esta bonica intrahistoria de amor materno, se quita el birrete y me responde casi a carcajadas. «Son las cosas de mi madre. Nos quiere con locura». Ya, pero desmentirmelo, no me lo desmintió...

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