Tardanza. Cinco años, cinco, por lo menos, lleva esperando nuestro muy honorable panochari Fernando López Miras a que el imprevisible Sánchez le responda, le reciba en La Moncloa, le auxilie, le atienda. Cerca de dos mil días de ninguneo. Mucho tiempo en lista de ... espera, presidente. Demasiada tardanza que evidencia que en esta España de múltiples velocidades, los murcianos seguimos en la cola jodidos pero acostumbrados.

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Y mientras, Sánchez sigue a lo suyo como si nada fuera con él. Poniendo un ministro, Escrivá, donde nunca debiera estar un ministro, el Banco de España, y vislumbrando los nuevos objetivos a colonizar: la Comisión Nacional del Mercado de Valores y la Comisión Nacional de Mercados y Competencia. A este paso, ya te digo, Sánchez acabará adelantando la Navidad a octubre, como Maduro. Ojito, Ballesta, con las luminarias.

Cuentas. Cuando Montero acabe de aclararse con sus cuentas y de distinguir entre un concierto y un desconcierto, López Miras, que se ha apuntado con entusiasmo incontenido a la convocatoria sanchista, podrá llamar a Luis Alberto Marín para que le haga el guion. Porque, si lo que está trajinando ahora la vicepresidenta económica va a ser ofrecer al resto de presidentes autonómicos unos ochocientos millones, palmo arriba, palmo abajo, para tapar el boquete de trece mil millones que origina al Estado el llamado cupo catalán, apañados vamos. Ayuso, que suele ir por delante en estos menesteres, ya vislumbró antes que ningún otro barón popular que lo que pretende Sánchez no es otra cosa que alterar de forma unilateral la financiación autonómica. Por eso a Sánchez le interesa, ahora sí, recibir a los presidentes uno a uno en La Moncloa y no afrontar este crucial tema, como correspondería, en una conferencia de presidentes. Precisamente lo que Miras no se cansaba de pedir hace unos meses. «Estoy deseando que Sánchez me llame a La Moncloa para sentarme con él», dice ahora nuestro ilustre lorquino de La Arboleja. Posición frontal a la de la presidenta madrileña, que pide una negociación conjunta de todas las comunidades. Verde y con asas. Sánchez, estratega como pocos, sabe mover las fichas para crear divisiones en el adversario. Feijóo, un paso por detrás, tuvo que correr ayer para imponer una foto conjunta a sus barones y una prohibición taxativa: el que acuda a Moncloa no puede negociar bilateralmente con Sánchez.

Como quiera que las canas me han enseñado a opinar más que juzgar, vaya por delante que sigo pensando en que el camaleónico inquilino de La Moncloa sigue dominando como nadie la escena política de este país. Ni el 'caso Begoña', ni el 'caso Ábalos', ni el Tito Berni, ni su señor hermano pagando sus impuestos en Portugal. Ni, por supuesto, la Tocata y Fuga de Puigdemont. Nada ni nadie parece poder con este sinuoso, impredecible, audaz e ingenioso político cuyo manual de resiliencia le hace superar situaciones que a otro cualquiera le hubiesen obligado a dimitir de inmediato. En plena crisis de cercanías provocada por la ineficacia del lenguaraz Óscar Puente, se permite el lujo de presumir de «más transporte público y menos Lamborghinis». Con un par. De falcon y superpumas, ni hablamos. Manda huevos, Federico. Y al que intente revolver el corral, un congreso federal. Pages y lambanes en fila y lo más calladitos posible. Sánchez , aseguran sus cercanos, gana cuando arriesga y arriesga cuando gana. Así es si así os parece.

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Persiana. En resumidas cuentas, yo puedo llegar a entender que un presidente autonómico como López Miras, que antes de levantar la persiana ya tiene comprometido más del ochenta por ciento del presupuesto, esté presuroso de acudir a La Moncloa aunque solo le den árnica y bálsamo bebé. Pero antes digo yo, habrá que tener las cuentas claras. Y vislumbrar por qué Sánchez prefiere ahora un 'face to face' que una conferencia. Porque igual estamos ante el enésimo capítulo de esa eterna habilidad del maquiavélico Sánchez: trasladar sus problemas a los demás e implicarlos hasta el tuétano. El que nos ha metido en este follón es él, el que ha condonado es él, el que ha prometido cupos y conciertos es él, el que ha amnistiado es él. Que Montero termine de hacer sus cuentas y de aclarar sus conceptos. Que sepamos todos cuánto nos va a costar la fiesta. Si no hay café y no hay cafetera, no puede haber café para todos.

Barnier. Anécdota final con el nuevo primer ministro francés, Michel Barnier. En aquellos tiempos, Barnier era comisario de fondos europeos. Eran las cinco de la tarde, había que plantearle un tema esencial y el avión de regreso salía a las ocho. Terminó la sesión parlamentaria y nos situamos en las tres bocanas del parlamento. Valcárcel en una. Lucía Huertas, jefa de la oficina en Bruselas, en otra. Y un servidor en la tercera. Apareció Barnier al fondo y me dirigí a él como si de un 'quaterback' americano se tratara. Al final conseguí tiempo para que llegara Valcárcel, la improvisada reunión se celebrase y que aquellos fondos vinieran para Murcia. Aquellas sí que eran audiencias directas y no las de Sánchez en La Moncloa, Fernando.

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