Salida. Albarracín, todavía presidente de la patronal, está de salida. Se va pero se queda. Mejor dicho, se va pero quiere quedarse. Tampoco es para que nadie se sorprenda, porque José María es así de previsible. Va en su adeene. Le gusta la moqueta, ... que quieres que te diga. Le ponen el despacho, el coche oficial, el abolengo y la canonjía. Ha coqueteado con la política varias veces durante sus años de mandato. Y cuentan que no descarta en sus mejores sueños subir ese escalón si la ocasión se presentase propicia. Mientras tanto, quiere, para que te hagas una idea, estar sin estar en Croem. Prolongar su influencia mientras pudiera llegar un nuevo destino. Y para eso nada mejor que designar sucesor. Y en eso está desde hace meses. Miguel López Abad, actual presidente de la Cámara, es su elegido. Y Miguel está por la labor. No lo ha dicho públicamente, pero sus hechos le delatan. Ayer viernes, sin ir más lejos, se reunió con el comité ejecutivo de su sector, la Fremm, para cosechar el apoyo de los suyos como paso previo a presentar formalmente candidatura. Para conjugar bien lo uno con lo otro, los más osados barajan que Albarracín podría estar fraguando un acrobático intercambio que le situaría en la presidencia de la Cámara como trampolín para proyectos más ambiciosos: la Autoridad Portuaria de Cartagena o una consejería del ramo. Demasiado para el 'body'.
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Protagonismo. Albarracín, ya te digo, es un personaje previsible. Podría haber tenido una despedida coral y floral. Pero su afán por apuntarse todos los tantos, de ocupar siempre el eje central, el filtro de todas las acciones, la consigna de todas las opiniones, el perejil de todas las salsas, acaba levantando ampollas. Irremediable. Excesivo protagonismo le reprochan. Resulta que exaltar tu buena gestión pública a costa de gripar la de tus predecesores es signo de mediocridad. Y José María no es mediocre. Al menos no lo tengo como tal. A veces se empeña en aparentarlo, pero no lo es. Se afana en pisar callos hablando de más y luego le pasa lo que le pasa. Que tiene que salir Miguel del Toro («torito bravo» le llamaba Juan Bernal cuando el muleño se revolvía a la hora de la discrepancia), el presidente que le precedió, para ponerle los puntos sobre la íes en una carta pública sin desperdicio. En efecto, Croem ya existía antes de que Albarracín llegase a su presidencia y no estaba, ni mucho menos, en la situación caótica que el pimentonero ha podido dejar entrever en más de una de sus recientes intervenciones públicas.
Sinatra. Albarracín, te cuento, es un personaje público peculiar capaz de coger el micrófono en una boda de alto copete y dejar al personal entre el estupor y la perplejidad viendo cómo el máximo representante del empresariado murciano entonaba el 'My Way' de Frank Sinatra con algún que otro 'gallito' incluido, todo hay que decirlo. Es capaz un día de pedir el voto para Pedro Antonio con una mano y sacarle un pastizal con la otra al siguiente. Desde ese punto de vista, Albarracín consiguió unos fondos públicos que anteriores gobiernos más sólidos le negaban. Liquidez para las arcas empresariales a costa del erario público, pero liquidez al fin y a la postre. Luego, siguiendo los pasos de su maestro Garamendi, que fue el primero en ponerlo en práctica, el empresario pimentonero salió al mercado para conseguir un fondo comercial de empresas colaboradoras. Inyección para la tesorería. Incluso, en su afán de obtener recursos hasta se ha lanzado a organizar algunos eventos con mayor boato que proyección como cierto congreso que recauda mucho y transparenta poco, dicho sea de paso. Que ha puesto empeño y dedicación al cargo público durante estos años, no está en discusión. Lo de la unidad empresarial ya parece harina de otro costal, más continente que contenido, por su ya comentada afición de pisar callos ajenos, yéndose de la sin hueso sin necesidad alguna.
Sucesor. El caso es que Albarracín ha designado sucesor. Y su dedo ha señalado a Miguel López Abad, actual presidente de la Cámara de Comercio y empresario del metal con sede central en Archena. Te doy esta pista porque, digan lo que digan, en el entorno de San Esteban este 'nombramiento' despierta recelos por su cercanía a la alcaldesa Patricia Fernández, baronesa del pepé regional, ya lo sabes. Al margen de esta cuestión meramente colateral a la política, Miguel es hombre de principios y de profundas convicciones religiosas. Si al final acabara accediendo a la presidencia de Croem, que nadie espere un 'Albarracín-2'. Su perfil público, ya lo hemos podido comprobar en la Cámara de Comercio, es mucho más bajo. Pero internamente, su desempeño habitual por los años que le conozco, que son muchos, llevará a una mayor delegación de funciones, una dirección más abierta, participativa. Y unas relaciones externas con menos roces, lo que no es moco de pavo. Todo eso, claro está, si no salta la sorpresa de última hora y el empresariado regional se viese abocado a unas elecciones. Lo que no sería una mala noticia. Las urnas siempre son muy saludables.
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