He vuelto a Irlanda, país de mi corazón. Fue el lugar, a lo largo de varios veranos ya lejanísimos que naturalmente le sucedieron a otro que no era yo, sino a aquel ancestro adolescente de quien soy ahora («el niño es el padre del hombre»), ... donde pude reírme sin miedo a que la risa terminara con un golpe inesperado de la vida. Ha sido el único sitio donde las nubes cargadas del pasado y del futuro que me esperaba no lograron traspasar su perímetro. En aquella isla y aquel tiempo sólo me cayó encima una lluvia limpia y fría.

Publicidad

Cómo ha cambiado Irlanda. Incluso su verde proverbial parece menos fosforescente. Es lo que pasa cuando el mito de las hadas retrocede ante los directores de finanzas que hoy cubren de billetes a este país. Era, en 1981, un país mágicamente pobretón, la gente media vestía lanas con algunos agujeros, comprados en tiendas que se parecían a Almacenes Arias, olía a boñiga de vaca. Hoy es de los países más prósperos del planeta. Me pregunto qué han hecho bien y España muy mal. España mantiene hoy con los países ricos de Europa la misma distancia porcentual que existía cuando Franco, o cuando Calvo Sotelo. En esa época en que los irlandeses nos veían «un país de muy ricos con muchos pobres», por comparación a ellos. Supongo que lo único que pasa es que en Irlanda el socialismo no quiere ganar actualmente ninguna Guerra Civil. Allí se han dedicado simplemente a tratar de que todo vaya mejor, sin odiar a sus conocidos porque ganen algo de dinero. Son más católicos que nosotros pero lo de la expulsión de los mercaderes del templo no lo toman al pie de la letra. A Dios no le puede molestar un poco de calvinismo protestante. Si acaso, molestará al Papa Francisco, pero no hay peligro porque los irlandeses nunca han descolgado de todas sus casas el cuadro de Juan Pablo II...

Irlanda exuda abundancia. La abundancia la olfateo a la primera, cuando vienes de un Estado donde durante demasiado tiempo venimos respirando su ausencia. El dinero, cierto, ha acabado con muchos venerables líquenes irlandeses que amé, y es una lástima que la decadencia sea siempre tan escasamente compatible con la mejora. Es un país que mira al siguiente amanecer, mientras aquí el ciudadano medio trata inútilmente de que no pase nunca esta noche.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad