Tenía una voz con una cadencia castellana perfecta, sin nada de aquella ampulosidad –el modo de hablar 'imperial'– de los locutores o incluso los dobladores franquistas (todos ellos excelentes). Victoria Prego tenía una voz que podríamos calificar como 'objetiva', incontrovertible. Con todo el entusiasmo, pero ... sin ninguna pasión que lo estropeara. Toda la pasión vamos a dejársela al presidente Sánchez. Lo que hablaba Victoria Prego estaba tan bien construido que se escribía al mismo tiempo solo, sin manos. Supongo habría entrenado en aquella especialidad de los periodistas antiguos, el telefonear las crónicas improvisadas. Sus palabras se han callado para siempre esta semana, y ya no me queda nadie para saber qué es lo que pasó, de verdad, en un tiempo del que lo recuerdo todo. Cuando uno recuerda todo es que recuerda mal. Es que la memoria nos ha falseado la realidad. Para saber qué es lo que pasó de lo que yo mismo viví, acudía a Victoria Prego, porque de mí no me fío. Era el bastón en el que me apoyaba cuando echaba a andar por el pasado.

Publicidad

Mantuvo el equilibrio y una especie de ascetismo profesional en un tiempo donde ser periodista era un empleo bastante considerado socialmente, casi como ser electricista o pocero, y prácticamente todos los periodistas hombres entraban en la triple D, divorciado, dipsómano, depresivo. Conservo aún su colección de viejos VHS de venta en kioskos, junto a fascículos coleccionables –no, jóvenes, fascículos no es lo mismo que fascistas pequeños–, donde la Prego nos contaba a todos los españoles de todas las ideologías la Transición política. No voy a perder el tiempo diciendo que son de visión obligada para los indocumentados de hoy, que son casi todos. El relato de lo que significó aquel tiempo lo maneja el que manda, y al que manda no le interesa nada todo lo que dijo Victoria Prego, un relato que hace veinte (concretamente hasta el 11 de marzo de 2004, atentados de Atocha), hace treinta o cuarenta o cincuenta años, era compartido por derecha e izquierda, porque aún no se había inventado la posverdad. La posverdad tenía un nombre menos cuqui: el nombre era 'mentira'.

Victoria Prego hace tiempo que fue derrotada, porque hoy sólo interesa, no lo que pasó, sino lo que a cada paso se diga que pasó, según los intereses de toda esta gente inquietante que nos manda. Sus crónicas en papel del día anterior envolvieron pescados comidos hace mucho y de su 'Memoria de la Transición', al ponerla en un reproductor VHS salvado del contenedor de basuras, salen voces en formato electromagnético a las que hoy se acusaría de estar distorsionadas por la degradación del tiempo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad