El día en que los restaurantes cierren temprano como quiere el Gobierno España será Suecia. Eso de parecerse a Suecia provoca una salivación de puro placer en aquellos que lo que desean de verdad es que España se parezca a aquella especie de inmensa Suecia ... que fue el mundo entero bajo la pandemia de covid. Un mundo que, para que nuestra mente no pierda del todo el juicio, para no torturarnos demasiado, ya no nos acordamos. Aquello sí que fue Suecia a tope: restauración y ocio fuera de servicio, noches silentes y eternas, delación vecinal, todos en casa encerrados y calladitos excepto cuando el Gobierno permitía aplaudir el que, en ese mismo momento, estuvieran robando con las mascarillas. El paraíso del 'nuevo hombre' aproximadamente nórdico.
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España será Suecia si los bares y restaurantes cierran temprano, o mejor si no abren, pero será la Suecia de hace cincuenta años, la ordenadita de las huchas petitorias del inquietante Olof Palme. No la Suecia actual que especula con sacar el ejército a la calle debido a la salvaje inseguridad provocada, precisamente, por el «buenismo» de Palme y sus herederos. El Gobierno español quiere que España sea una Suecia que no existe, la de antes de su boom de la novela negra, que sacó a la superficie algunas cosillas escondidas. Bajo la apariencia de medidas modernas y europeas para homologar a la rancia España, no puede haber nada más atrasado que ponerse ante el quebrado espejo de una Suecia inexistente, de la que los suecos hoy huyen alarmados, mirándose en... la rancia España. Los suecos lo que quieren es venir a un país donde se cena muy tarde aunque ellos cenen temprano, o aunque ellos cenen dos veces, a su hora y a la nuestra, porque les da algo de alegría -ajena- comprobar que existe gente que no es como ellos. A España nos la publicitan fuera, con algo de hipérbole, como «el país donde es normal cenar paella a las doce», y no del mediodía. A los nostálgicos de encerrar a todo el mundo, todo el tiempo y en todas partes, todo a la vez, esto les gusta poco, como es natural.
Una vez llegué a Paraguay y un cartel gigantesco recibía a todos los visitantes en el aeropuerto: «Bienvenido al país con la cerveza más fría del mundo». Era verdad. El país vendía que tenía la temperatura de servir la cerveza. Poco, dirán, pero en realidad mucho. No iban a vender lo del lago de Ypacarai de la melosa versión de Julio Iglesias, en realidad un estercolero podrido, el lago y la canción. Bienvenido a España, el país donde se cierra más tarde del mundo.
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