Buena parte de la derecha se ha tirado a nadar en las pilas de agua bendita cuando se han enterado de que el candidato excomunista de Vox a la Presidencia del Gobierno, el anciano Ramón Tamames, dijo que «traer hijos con síndrome de Down al ... mundo es una desgracia para los hijos y para los padres». Como padre de hijo discapacitado mental, aunque de otra discapacidad, puedo decir que efectivamente es una desgracia, pero solo si consideramos que la desgracia es nacer, seas o no lo que antes se llamaba cruelmente 'subnormal'. No poca gente sana, realizada y acomodada que conozco me confesó que, si les hubiesen preguntado si querían nacer, hubiesen contestado que no. Impresiona verlos poseyendo todo lo que se pueda desear, material o no, y lamentando no haberse quedado para siempre en el líquido amniótico. Lo atribuyo al cansancio o empacho de la buena vida, que no tiene por qué ser pasajero.

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Si eso dice gente que no tendría por qué decir lo, ¿qué debemos pensar los que hemos llegado a conocer el lado más sórdido de la vida, entonces? El pensamiento positivo manosea grotescamente, hoy en día, la realidad del discapacitado mental. Nacer absolutamente inerme frente al mundo (y no pocas veces, darse cuenta de ello) no es en absoluto una bendición de Dios. Es un dolor que no se apaga para el ser inerme y para los responsables de que exista. Y yo no soy desde luego un 'dolorista', no creo que el sufrimiento extremo forme a la persona, sino que deforma. Ahora bien, una vez que sabemos de ese dolor paternofilial, ¿querríamos renunciar a sufrirlo si pudiéramos volver atrás en el tiempo? La respuesta abrumadora de la gente afectada sería también que no. Querríamos que el hijo discapacitado mental siguiera estando aquí. Sabiendo que, según los males mentales concretos que padeciese, sufre atrozmente al verse así, sin poder ser 'normal', sin esa supuesta felicidad que se les atribuye a las vidas reducidas a la casi nada. ¿Tenemos derecho a que el hijo discapacitado sufra visiblemente por vivir, inquiriéndonos con esa indecible mirada de perro mojado? Es una cuestión muy grave. No tengo respuesta. Me abruma pensarlo. También deberíamos preguntarnos entonces si es responsable tener hijos sanos, porque de una u otra forma no escaparán a la pena, a la desolación, y algunos al desastre más entero y total.

Lo único que sabemos es que los amamos inmensamente, a nuestros discapacitados mentales, porque los hemos conocido y cuidado. Porque cada diminuta cosa suya no nos es ajena. Nadie ama de verdad a una abstracción, a una palabra. Nadie ama a la humanidad en general, y los que contestan que sí suelen detestar a todos los seres humanos concretos. Puede que muchos futuros padres quieran eliminar la existencia de sus descendientes, de saber que traen la discapacidad. Pero prácticamente ninguno de ellos se arrepentirá después de no haberlo hecho. La diferencia es que muchos quieren evitar la desgracia de tener un discapacitado, por el medio que sea, pero no la evitaríamos cuando la desgracia ya es nuestra. Y por mantener su desgracia viva un poco más, mataríamos.

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