Hay personas que mueren y a la mañana siguiente puede decirse, sin resultar cruel, que en el planeta parece que ya se respira mejor. El expresidente italiano Silvio Berlusconi caía simpático a todo el que lo conocía en la distancia corta, era un conquistador sobre ... todo de enemigos, que pasaban a no serlo. Con un solo apretón de manos empezaban a verlo cálido, sincero, amante de su país y del orden, pero lo mismo le pasaba a Benito Mussolini. Los italianos tuvieron que horrorizarse al aparecer colgado de una gasolinera de Milán para contemplarlo tal cual era: un infatuado socialista con ridícula ansia de grandezas que nunca había podido pagar. Ahora que Berlusconi ya no está en disposición de dar un apretón de manos a nadie puede que empiece a verse como lo que no dejó de ser nunca: el buhonero que ha embrutecido para siempre y sin remedio alguno a millones de incautos de varios países, con sus putrefactas televisiones, tan dicharacheras y 'puter' como él mismo. Hizo mucho peores a demasiados.
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El monjerío de derechas y sobre todo de izquierdas (hace mucho que hay proporcionalmente más de lo segundo que de lo primero) se fijaba escandalizado en lo de las 'velinas', las orgías, que le mirara el culo a Ángela Merkel para resolver con ojo experto que era grasiento e «inf...», sus operaciones plásticas, que curiosamente le dejaron al final de su vida mucha más pinta de cantante de crucero barato que cuando empezó con ese empleo. Pero si Berlusconi fuese solo eso yo sería un votante suyo sin ningún tipo de mala conciencia. Lo que importa de Berlusconi, aquello por lo que la Historia no lo absolverá, no es eso. Es la rebaja de la población más vulnerable a la condición de siervos televidentes, de pobres desgraciados que podían ser dirigidos sin crítica hacia cualquier opcion política que representara oportunidades de mercado.
El famoso 15-M no vino de las calles ni de Venezuela, sino que fue una operación de las élites del espectáculo, espectáculo italiano para ser exactos, para ganar más dinero en Europa a costa de una perfectamente inoculada indignación. Gente vestida con trajes de Loro Piana y con sonrisa fluorescente manejando a sus marionetas desgreñadas que amaestraban ratas en la Puerta del Sol y lanzaban consignas contra la casta, porque resolvieron que esto, como ahora el wokismo, era un mercado fashionista que iba a dar, y ha dado, mucha pasta. En Italia hicieron una serie sobre eso, y todo. Berlusconi no tenía ideología, o sí la tenía, la peor que tocara en cada momento, siempre que proporcionara lo único importante: no quería mucho dinero, quería todo el dinero.
Sonreí diabólicamente con las últimas fotos de Silvio, haciéndose el crío chico con bromitas y comiendo helados, en lugar de poner sus graves asuntos espirituales en orden. Ha tenido el 'bel morir' que Dios reserva a la gente baja. Sin honor, por mucho funeral de Estado que le hayan dedicado.
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