Los nihilistas eran unos señores que salían mucho en la prensa del siglo diecinueve y en la novela rusa, que en su facción más hiperventilada ... ponían bombas o vaciaban el revolver, no por ninguna razón, sino porque se decía que no creían en nada y la nada iba de eso. Me parecían gente incomprensible. Si no creían en nada, ¿por qué sí creían en una bomba? Alguien que no cree en nada tampoco cree en salir a la calle a hacerla gorda. Lo suyo es creer apenas en quedarse en la cama, como más o menos prescribía Kant para evitar todas las desgracias que le suceden al hombre en la vida. Aquellos nihilistas violentos se las daban de no creer en nada cuando en realidad creían en todo, igual que los progresistas decían que emanciparían a las personas concretas, pero era para poner sobre ellas a un Dios mucho más opresivo y espantoso que todos los existentes: lo que llaman «humanidad».
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Era una especie de nihilista el tipo que apuñaló en París al escritor de complicados libros Samuel Beckett, pero ni siquiera fue por un motivo lógico, por lo que escribía. Cuando Beckett le preguntó por qué lo había apuñalado, el tipo respondió: «Yo qué sé». La navaja tendría sus razones. Es ese tipo de nihilismo el que veo que se multiplica ahora. El ambiente se venía preparando desde hace años. Uno leía los foros de internet y en absolutamente todos había alguien, o muchos, que decía eso de «ojalá venga pronto el meteorito». El meteorito para la extinción de la vida en la Tierra y, de paso, de la estupidez humana. Estaba en el aire la convicción de cada vez más gente de que sólo empezando otra vez desde el magma primigenio, mucho antes de que al primer pececillo le salieran patitas, podía la sociedad occidental retomar el rumbo. Bajo unas encuestas donde la gente se declara mayoritariamente feliz y bajo las terrazas llenas de los bares, hay una exasperación moderna. Un nihilismo que ya estaba ahí. Que ha salido a la superficie en cuanto ha quedado claro que en Europa no pinta nada en el mundo ni va a haber ánimo para que pinte. Mientras unos lloriquean, a otros les cruza por la pupila ese brillo que da el ansia de la autodestrucción. Deseaban que viniese de una vez el meteorito. Y resulta, tras tanto ruego, que efectivamente el asteroide '2024 YR4' puede alcanzar la Tierra dentro de 7 años, pero hay muchos europeos que no quieren esperar hasta tan tarde.
Esa gente ha acabado tan cansada de tabarras globalizantes (que perciben que los hacen vivir peor cada día) que prefieren tirar de la anilla y que todo salte por los aires, con ellos dentro. Y cuando alguien pregunte por qué, responderán «yo qué sé».
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