El menor que comete un delito es evidente que no puede tener la misma responsabilidad que un adulto. Pero alguna tiene, es absurdo que quede completamente impune. Sobre todo cuando se aprovecha esa inimputabilidad como ventaja para criminosear más atrozmente, tanto los menores como sus, ... por lo habitual, consentidoras familias. En Italia están a punto de abrir el melón de este asunto legal y social, uno de los más importantes de nuestro tiempo –que quien abre el melón se apellide Meloni, presidenta italiana, no hace al caso–.
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Los menores, no pocos de ellos mayorcísimos, tienen tal vez una concepción reducida y un poco festiva de las consecuencias de sus actos. Pero alguna tienen. Yo mismo fui menor alguna vez y lo recuerdo bien. Cometí por entonces toda clase de crímenes indecibles contra seres vivientes y sintientes, excepto humanos –y aun eso podría discutirse–. Pero soy un antiguo criminal atormentado, un 'pentito'. Sabía que estaba mal y sabía las consecuencias. Pero sobre todo conocía mis consecuencias: esperaba el castigo contundente, que raramente no se producía. Lo esperaba, bien niño, como un hombre, sin lloriquear. Era lo justo y necesario. Yo me daba el gustazo de hacerla gordísima, 'para saber qué se sentía', y luego esperaba sin más a que se restableciera el orden, con mi punición. Donde es arriba es abajo, dice la filosofía oculta. Toda acción lleva su reacción. Hay que pagar por las fechorías y hasta por las niñerías, siempre y aunque sea parcialmente. El mensaje que se les envía a los menores en nuestro tiempo es que el orden es algo relativizable que no hay por qué restablecer, una idea que a un menor como es debido y con familia que le haya educado le debería repugnar. Porque aquí está lo más grave del grave asunto: lo de las familias. Uno mira y escucha las cosas que le suben por su patio de vecinos y resuelve que muchas familias deberían ser intervenidas por la violencia legal del Estado.
La gente de hoy mayormente no está capacitada para saber qué es un hijo. Ahí es a donde se van a dirigir en Italia. Oiga, si usted alienta que en su familia se hayan criado alimañas sedientas de sangre, porque en realidad usted es igual, vamos a discutirle la custodia. Oiga, si su hijo berrea en un restaurante y usted le jalea a quien negamos en lo sucesivo la admisión es a usted. Oiga, mire, atienda, no, esas gracias que usted cree que hace su hijo no tienen nunca la menor gracia. ¿Que su nene iba con un machete o una pistola cargada por la vida aprovechando que no le iba a pasar nada? Hagamos que le pase, que haya una idea de acto-consecuencia entendible hasta por los bebés de teta, e investiguemos a fondo si usted era conocedor de lo de su nene, por si también hay que apartarlo y encerrarlo a usted.
Italia para mí siempre ha sido estar en casa.
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