Los ecologistas españoles se quejan de que los jabalíes, en su medio natural y liberados de la caza gracias a esos mismos ecologistas, se están comiendo algunas flores y plantas protegidas y eso está mal. Los jabalíes no agradecen políticamente a los ecologistas que los ... protejan de ser cazados y se zampan las prímulas en peligro de extinción, o las que sea. Ah, señores ecologistas, esto del medio ambiente, el de verdad, no el oficial, consiste en lo que decía el personaje del matemático de la 'teoría del caos' en 'Parque Jurásico': «los dinosaurios no siguen horarios de parque». Los jabalíes comen fuera de horarios de parque. Nuestros adanes de moqueta se espantan de esta insospechada revelación.
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Y como los jabalíes, cuyo número crece demasiado en España al ser salvados de la caza por sus benefactores, acaban con las flores protegidas, los ecologistas pretenden, exactamente, ponerle puertas al campo (y al bosque). Quieren que las flores protegidas estén en un sector vallado del medio natural, y los jabalíes en otro sector igual de vallado, para evitar que se salgan de las directrices oficiales. Pero eso ya está muy inventado y se llama 'safari park'. De pequeñito me llevaban al 'safari park' de Alicante, donde por la época se rodó alguna que otra película de zombis, y allí nos metíamos naturaleza urbanita en vena al estilo inimitable de los años 70: en un sitio los monos que se pajeaban y te robaban tu plátano, los leones con la fuerza justa para bostezar todo el rato en otro sitio, etcétera. Por entonces estaba muy de moda eso de pasearse entre los bichos en un vehículo con las ventanillas cerradas. Doscientos metros más para allá, ya habías visto lo que estaba permitido ver en toda tu vida sobre África, que era más o menos lo mismo que contemplando la etiqueta del cola-cao. Jirafas, vista una, vistas todas. Lo de los ecologistas progubernamentales es sobre poco más o menos lo mismo. Quieren que España sea un inmenso safari park para la generación 'copo de nieve'», sin sufrimiento, sin escenas ofensivas, sin que los depredadores puedan marcar territorio porque entonces qué pasa con los vulnerables okupas, sin que los extraños sean devorados simplemente por serlo porque eso es xenofobia. Zonas salvajes pero de un salvajismo domesticado, vallado y burocrático, donde los jabalíes echen instancias semanales para comprobar qué flores se les permite comer para mantener el planeta. ¡Los jabalís se lo comen todo! ¡No se puede permitir! ¿Qué será lo próximo, que los lobos se nieguen a volverse vegetarianos por decreto ley progresista, igual que todos esos perros a los que sus amos veganos dedican, completamente en serio, foros y más foros en internet a averiguar cómo alimentarlos sólo a base de quinoa?
Nuestros ecologistas que pretenden poner puertas al campo están a punto de darse cuenta, sin encontrarse preparados para conocer la verdad, de que la vida natural es eso que siempre ha estado a la derecha de la ultraderecha.
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