El que inventó la bomba atómica se lamentó luego de su avance, inconsolable. El que ideó el moderno internet renegó de la criatura, diciendo que quién le había mandado hacer tonterías devastadoras para la humanidad. Los que tuvieron la ideíca de crear las más célebres ... redes sociales, a excepción del irrecuperable Zuckerberg, piden hoy que se las censure a fondo, o sea, piden que los demonios vuelvan a su prisión (eso ya lo intentó sin éxito el satanista Aleister Crowley tras liberar, en una sesión mágica, a entes malvados en su mansión del lago Ness: «Se me fue de las manos»). Los que introdujeron la informática en la enseñanza de los niños ruegan que les quiten ahora los ordenadores: «El daño que, por avaricia económica, les hemos hecho es incalculable». Han creado monstruos.

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La enseñanza con ordenadores, no digamos la enseñanza con ordenadores desde casa, en esa cosa llamada 'aulas virtuales', ha sido una monstruosidad si es que lo que se pretendía crear eran seres en un futuro adultos. La supuesta ventaja de darle a un niño un ordenador para que su docencia fuese moderna ha sido solo un 'hype', una tendencia, que como todas las tendencias ahora tiene fosco pelaje de lo tendencioso. Se ve el resultado. La última camada de ciudadanos parece ser la única de toda la historia comprobable de la humanidad que son menos inteligentes de media que sus ancestros. Ha habido una inocultable involución social por la cucada de desentenderse y dejar a los niños en compañía de los fantasmas ocultos en las máquinas. Se pensaba que los niños desarrollarían todas sus capacidades imaginativas con la inteligencia artificial. Ha resultado al revés: la inteligencia artificial se ha vuelto más lista a costa de los niños; los ha vampirizado, dejando una cáscara. Nos ha dejado sin niños propiamente dichos y los ha cambiado por unos bultos inertes y arrumbados con cosas en las manos que hacen ruiditos. Ni saben jugar, ni saben el idioma, están como reseteados (el otro día vi un cartel por la calle donde se anunciaba que un comedor de la tercera edad tenía caracoles y 'cepia', eso está claro que no lo ha escrito ningún viejo alfabetizado de los del plan antiguo y creo que no ha sido buena idea establecer el nivel de ortografía latinoamericano, que básicamente no distingue unas letras de otras).

En Finlandia, espejo mundial de modernos pedagogos, aún es peor: dicen que la ortografía y la caligrafía no sirven para nada y que los niños solo deberían escribir con ordenador. Como sabía el genio Jobs sobre aquello que en el fondo lo llevó a crear Apple, «lo único importante es la caligrafía». Sin caligrafía pasa lo que en Finlandia, que solo tienen la salida de suicidarse mucho, más que en cualquier otra parte, y beber un vodka que ni siquiera es el que yo recomendaría.

El daño es incalculable para una sociedad donde nadie sabrá si 'sepia' se escribe con 'ese', con 'ce' o con 'zeta', o siquiera qué puede ser una sepia de toda la vida.

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