He visto una película de esa plataforma televisiva con nombre de insecticida, Netflix, que va sobre un asunto oportuno, se muere un Papa y tienen ... que elegir a otro. Por supuesto en 'Cónclave' hay intrigas vaticanas de las que escandalizan a esa mayoría de gente que no se siente bien si no va al baño a vomitar al menos una vez al día. Soy partidario de las tenebrosas intrigas vaticanas. Como bautizado y confirmado y por tanto socio de pleno derecho del club de la Iglesia católica, mi espíritu queda más tranquilo conociendo que la cúpula eclesial se compone de gente retorcida, atormentada. Me espantaría estar en manos de simples. Con simples no se puede ni hacer una revista que dure dos números, como para mantener una obra dos mil años.
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Me ha confortado, por tanto, contemplar unas interioridades contradictorias y pecaminosas que demuestran que mi Iglesia va a seguir durando, aunque algunas debilidades socialistas la aquejen. 'Cónclave', como está espléndidamente filmada, muestra dos cosas fundamentales para aspirar a cualquier permanencia de la obra divina hecha por hombres: los ropones de los prelados se ve que están amorosamente planchados por las monjas –sólo faltó poner una ramita de romero sobre las prendas, cada mañana– y se puede fumar en cualquier parte. Hay un plano de multitud de colillas en el suelo del patio que provocará llanto en nuestros impresionables. ¡No cumplen las directivas de Bruselas! A todo esto no sé si el Estado del Vaticano es ajeno a Bruselas, pero en cualquier caso una colilla es un pequeño escándalo contemporáneo.
El personaje que me parece más agradable, contrariando el deseo de los responsables de la película 'Cónclave', cuyo dedo enfático trata de dirigirme a otra parte, es el del cardenal Tedesco. Un italiano trentino que pretende llevar a la Iglesia, si el Espíritu Santo lo nombra Papa, a los usos de la Edad Media, incluyendo por supuesto reanudar las cruzadas. Cómo no se van a desbordar mis simpatías sobre él si propone reinstaurar la misa de espaldas y en latín, derogar el sanchismo, digo el Concilio Vaticano II, dice la frase definitiva «Infierno llama a infierno», y fuma ¡en interiores! puritos que diría son toscaninos, el primo asténico de los toscanello. Un designado villano de la peli que para remarcar que es villano lo ponen a fumar tabaco toscano, mi héroe.
Lo demás, lo de siempre: cardenales 'woke' vainilla que desprecian a los africanos negros por ser todos ultraconservadores, terroristas islámicos suicidas que introducen una nota de gamberrismo perdonable y matan a cincuenta ciudadanos en una Roma acertadamente húmeda (llueve bastante en Roma) y, ya se hacía esperar, el festival de otra conquista 'trans'. Tedesco, el héroe derrotado, mira fumando.
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