Antes se decía que a las viudas de los caídos la Administración les ponía un estanco, y que a los hijos tontos se les colocaba en alguna caja de ahorro. Algo debía haber de cierto, puesto que muchas viudas siguen a día de hoy llevando ... estancos (por algún motivo el tiempo desde la Guerra Civil transcurre mucho más lento dentro de un estanco) y las cajas de ahorro se hipertrofiaron tumoralmente a base de recomendados, hasta que explotaron, por el argumento razonable de que el número de tontos se sabe que no tiene fin.

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Ahora a los que no saben qué hacer con su vida no se les pone un estanco ni una caja, se les pone una franquicia de hamburguesas. Se tiran un tiempecito, dejan el pufo a los distribuidores, no pagan un alquiler escandaloso que el alquilador no esperaba en serio cobrar, y a otra cosa. Hay tantas hamburgueserías en mi ciudad, desplazando a cualquier otro tipo de establecimiento o bajo comercial, que evidentemente no están pensadas para que nadie consuma, sino para que estén. Nada más. Estar, esa es su función. No sé si serán tapaderas de otra cosa, lavadoras de dinero o dejarán de serlo. Corrió hace años el rumor de que las tiendas de pelucas de Murcia, que no tenían casi negocio, eran tapaderas del Centro Nacional de Inteligencia. No debía de ser muy inteligente intentar esconderse bajo una tienda de pelucas. Nadie sabe el motivo de que ahora haya por metro cuadrado un número infinito de hamburgueserías, pero eso no importa. Todo el mundo hace la misma cosa cuando por alguna razón misteriosa los tiempos señalan que tiene que hacerla todo el mundo, hasta que, fulminantemente, la cosa cesa y como si no hubiese ocurrido nunca. Como el 'hula hoop'. ¿Alguien se acuerda del 'hula hoop'? ¿Alguien se acordará de las hamburgueserías? ¿Entonces? Sólo es la necedad de moda de esta tarde, no la de mañana. A dónde va Vicente, pues a donde va la gente.

Hubo un tiempo en mi pueblo en que, de cada tres locales que se abrían, cuatro eran zapaterías. Tampoco se trataba de que nadie comprara en toda esa ingencia de zapaterías, no había pan para tanto mantel. La única razón de que hubiese un número completamente desorbitado de zapaterías era porque había muchas zapaterías. Muy pocas veces el mundo actúa por razones lógicas, o siquiera comprensibles. Ahora desaparecen todas aquellas incomprensibles zapaterías y la misma gente que las llevaba pone hamburgueserías. Sospecho que sirven el mismo material. Pasará desapercibido, porque no se trata de que nadie entre. El país va como va y a todos nos importa todo tres leches.

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