Mi gato raza 'british' vigila que no me alcance lo que no puedo ver. Es su trabajo a cambio de techo y comida, es su antigua contribución a la civilización. El pacto entre gatos y humanos consiste en que el hombre se compromete a no ... domesticarlo y el gato se compromete a poner su capacidad para advertir las dimensiones que no somos capaces de percibir a nuestro servicio. Cuando duerme quien el gato elige como dueño, el animal se interpone durante toda la noche en el único camino que pueden seguir las sombras para echarle mano. Las sombras se abstienen de internarse.
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Si en un sueño agitado hablas lenguas desconocidas, como me ocurre algunas veces, el gato salta y se sitúa sobre la cabeza, para que esas energías desencarnadas, que ya cansadas buscan cuerpo, se vayan. Luego, al amanecer, y sabiendo que ya se ha ganado el jornal, mi gato quiere que le abra el balcón para escuchar a los pájaros y fantasear con cazarlos. Los gatos sueñan apaciblemente sin dormir. Poseen un instinto infinitamente superior al humano, porque sólo tienen miedo a los cambios siempre amenazantes de la vida, lo único realmente temible y que es algo que la mayoría de los humanos no entienden, entretenidos en devanarse los sesos sobre qué pasará cuando estén muertos.
Se ha celebrado esta semana el día internacional del gato. Hay un grueso contingente de libros más o menos de autoayuda que hablan sobre que los humanos deberíamos tener la «filosofía estoica» ante la existencia que tienen los gatos. La «filosofía» es ésta: expande los segundos en los que todo parezca que va bien porque tal vez no haya un segundo posterior. Y en cualquier caso, es inútil pensar en ese segundo posterior. Eso es todo. Pisa siempre sin dejar huella, como si no pesaras, como si no estuvieras, el ruido siempre convoca al caos y a la mala vibra, al revés de lo que creen los tambores tribales de todo el mundo. El silencio da siempre pistas sutiles sobre por dónde puede llegarte el golpe. Ya hemos dicho que los gatos sólo temen a la vida, por eso se agarran al segundo que no termina de pasar para ellos. Como nosotros nos agarramos a la infancia. ¿Es feliz el gato, ya que 'feliz' y 'gato' es la misma palabra en el viejo latín, 'felix'? La felicidad la dejamos para los conformistas. El gato, mucho más allá, está en paz.
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