Los cinefórums de arte y ensayo fueron la casa de los comunistas, pero en los años 80 esas filmotecas fueron tomadas por asalto por la recién creada comunidad gafapasta, con pelos bufados a la laca y calcetines rosa palo. Avergüenza decirlo, pero yo fui uno ... de aquellos pedantuelos poco ideologizados de primera hora. ¡En qué iba a acabar si no un nerd célibe hasta los 30 años que pegaba fuego al VHS sin relacionarme con la gente! David Lynch, que ha fallecido para ingresar en esa misma pesadilla de la que no se puede despertar que anticipó durante toda su obra, fue nuestro sacerdote estético. Entendíamos poco lo que hacía, pero nos gustaba que Lynch llevara nuestro pelo bufado a la laca y pinta de decorador de interiores, y eso era todo lo importante que había que saber.

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Rescató para el mundo y la inmortalidad al cantante Roy Orbison, que, hasta la escena en que se canta su inquietante 'In dreams' con una linterna de obra en la película de Lynch 'Terciopelo azul', estaba semiolvidado y sin comerse un colín en los circuitos secundarios de música vieja. Por la entera carrera cinematográfica de este señor tan intimidante circulan personajes sonámbulos e incontables tramos parpadeantes de líneas de carretera. Hace un cuarto de siglo, Lynch dejó por un momento de hacer sus rarezas y sacó una película aparentemente normal, que es la que prefiero de su carrera. Permanecía su obsesión por seguir las líneas de carretera, pero con una ternura infinita. 'Una historia verdadera', que también se podía haber traducido como 'Una historia como es debido'. Un anciano que cruza tres estados montado en una cortadora de césped para visitar a su hermano enfermo. Esa cosa tan sencilla es la más cósmica de todas, plagada de extraterrestres candorosos de la América profunda, votantes de Trump por anticipado. El entrañable actor protagonista se suicidó al año siguiente en la vida real, y Lynch no podía haber imaginado mejor final tras una película sobre la esperanza recomendada con entusiasmo por la Conferencia de los obispos.

Igual que los monólogos en redes y las telecomedias constituyen la forma de ser de las nuevas generaciones (hoy la nueva gente vive en perpetuo monologuismo chistoso), en la generación ochentera que educó el entonces muy influyente Lynch todos queríamos ser pasmarotes como los de sus películas, a los que le pasaban cosas eróticas muy retorcidas. Las noches azul prusia de Lynch se han oscurecido a última hora y, con él ya en la cuneta, la línea discontinua de sus carreteras se disuelve en el panorama.

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