Este año, al contrario que los anteriores, no he recibido una cascada de mensajes al teléfono felicitándome la Navidad. De hecho, no he recibido ninguno, cero. Ni siquiera los genéricos, esos que sirven para mandarlos con recorta y pega a la entera agenda de contactos, ... a una persona indeterminada o a una hormiga, felicitando una Navidad o un bautizo, mar y montaña. «Felicidades querido amigo/a en esta entrañable celebración, que llena de gozo nuestros corazones». Nada.

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Es muy intrigante esta completa ausencia de parabienes navideños. No me he peleado con el mundo (desde luego, menos de lo que solía), y me consta que sigo en la mayoría de agendas de contactos de la gente. Lo sé porque soy el primer situado en esas agendas, debido a las tres primeras letras alfabéticas del apellido por el que me suelen nombrar, y tantas veces mi número se le marca solo a la gente, en cuanto el teléfono cae al suelo por accidente. Entonces, ¿qué ha pasado con todos esta Navidad? La única explicación que encuentro es que se haya corrido la voz de que he muerto, aunque esas noticias sean, al menos en mi opinión, un tanto exageradas. Eso explicaría, a la vez, que nadie me felicite y que mi número siga estando agendado en sus teléfonos. Se acostumbra a guardar, supongo que por superstición, el número de teléfono de la gente que quisimos y que ya no está. Cuando había teléfonos fijos en las casas, era natural: seguía viviendo gente en la casa. Pero ahora guardamos el número de móvil del ser querido difunto. De pronto, meses después, desaparece su foto junto a su número y el corazón nos da un vuelco. Lo peor es cuando aparece una foto desconocida junto al teléfono que conocíamos, porque significa que su viejo número ha sido adjudicado a otro usuario por la compañía. Esa sensación de extinción completa es indescriptible.

Debo de ser, esta Navidad, por primera vez, ese número de teléfono del que se piensa que ya no está. Ese número que sólo se marca cuando a la gente se le cae el teléfono al suelo, y que sigue sin embargo en las agendas porque no se borra el número de un difunto.

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