Los asesinos pueden convertirse, tras largo camino interior, en personas aceptables. De hecho, algunos asesinos ejercientes pueden ser en ese mismo momento buenas personas pero todavía no lo han descubierto. Es increíble que la inercia pueda en ciertos casos tener más fuerza que los sentimientos. ... Es desconcertante. Cómo no voy a creer en que alguna gente que ha cometido los peores crímenes imaginables pueden reinsertarse en la sociedad, y hasta reformarse. Yo mismo, que acabé sin dudar con muchos seres, sin contemplaciones.

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Cómo no voy a creer que un asesino puede transformarse en un bendito, si llevo a cuestas el pesar por muchos animales con los que acabé, «la mochila», como lo llama el terrorista –no arrepentido– Josu Ternera. Miro a mi gato hoy y me doy cuenta de que estoy mucho más preocupado por su vida que por la mía. Que hace meses que no me miro al espejo y años en que no me observo el cuerpo y, en cambio, vigilo cualquier alteración que pudiera ser preocupante en él. No respiro hinchando excesivamente el pecho durante horas para no alterar lo más mínimo el sueño del gato. Le dirijo a todas horas palabras dulces que no he empleado con Dios. Quién pensaría que en un tiempo muy, muy lejano, por experimentar, por aprender, por comprobar qué pasaba, le hubiese metido al gato un tiro entre los ojos. Fui un niño asesino en serie de animales. Todos los que se ponían a la vista. Todos los que el lector puede estar imaginando, sí, también esos tan adorables. Por ver qué pasaba después. Tras comprobar mil veces lo que pasaba después –horriblemente nada, salvo que al mes aproximadamente pasaban a parecer de cartón– supe que ya era incapaz de hacer daño ni a una mosca. No se puede cambiar el pasado, sólo restablecer el futuro.

Encuentro aquellos escarabajos por la calle y los coloco donde no puedan ser pisados. Es algo que surge de lo más profundo, no porque obedezca a las tendencias progresistas que hoy dictan nuestras vidas hasta la asfixia. Interpreto los cadáveres casuales de ratones o pájaros que veo por la calle como una señal nefasta, como el enloquecido August Strindberg del libro 'Inferno'. No soporto la desaparición física de nada ni nadie, salvo para servir de alimento, pero eso no lo sabía de niño. Lo peor de matar porque sí a los animales complejos es que ni siquiera miran suplicantes un momento antes de ejecutarlos. Viven en un mundo de serenidad infinita, y se advierte en su mirada que nada malo puede ocurrir. Siguen teniendo esa mirada de que nada malo puede ocurrir cuando hace una milésima de segundo que los has matado.

Esa mirada espantosa de no esperar nada malo que tenían aquellos seres que asesiné me perseguirá siempre.

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