Alta despaciosidad

Yo sé que hay que colocar los mensajitos hasta en el pelo de la sopa, que hay que colocar las concienciaciones y los recaditos de la floreciente industria de las monsergas, dado que hay que vencer por acumulación. Donde sea, en el respaldo del asiento de un tren, en el cielo con frases graciosamente dibujadas por un aeroplano o en aquellos carteles que crecían en cualquier erial situado en lo que el difunto Antonio Burgos llamaba «los chirlos mirlos» donde siempre pone «Gobierno de España». Pero creo que incluso para estos tiempos se va un poco lejos, es decir, se va demasiado cerca cuando en un AVE cuyo trabajo consiste en dirigirse al horizonte como un rayo (un rayo meteorológico, no la línea así llamada de minubuses urbanos) se pone eso de que está bien llegar a destino, pero que «es más importante no dejar a nadie atrás». ¿Eso es lo importante a la hora de pagar el billete? ¿Más importante que el que la alta velocidad sea un poco veloz y llegue a su hora, o al menos en su día? ¿Quién se ha quedado atrás y por qué, cómo se llama? ¿De qué va esta juerga?

El objeto final de la campañita de alta velocidad de Renfe debe consistir en permanecer parado en la estación para que que nadie se sienta discriminado si echas a andar. No creo excesivamente, qué quieren, en esta alta velocidad «inclusiva» que sueña con una «alta despaciosidad». Yo creo en la velocidad vulgar, la que corre. Para ir solidariamente lentos ya teníamos los vagones de ganado.