Cuando hablan de promover los regionalismos en España me echo mano al machete de cortar caña. El modelo a seguir por los regionalismos españoles no termina, como se cree equivocadamente por tantas almas de cántaro (por lo común almas de cántaro de derechas), en los ' ... lander' alemanes, ni uno solo de los cuales cree no ser alemán, o siquiera en los cantones suizos, los cuales no quieren ser algo distinto a eso tan absurdo de ser suizo, aunque yo creo que deberían pensárselo. No: el modelo territorial de los regionalismos españoles termina inspirado por algo como Texas, estado cowboy que coquetea en serio con independizarse de los Estados Unidos. Terminar independizándose, de derecho, 'de facto' o 'in pectore', ahí está la cosa.

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Por eso cuando oigo hablar a algún líder político español al que tengo por el colmo de la sensatez, la igualdad entre ciudadanos y el interés común de pretender hacer del país –gran hallazgo– una suma de regionalismos, desquiciándolos más de lo que ya están desquiciados, me pregunto en qué manos estamos o en qué manos estaremos, pues empiezo a no encontrar diferencias entre ciertos políticos que daba por supuestas.

El regionalismo es una devastadora peste ahora y en el siglo XIX, donde en tantas batallitas se vio inmerso. El regionalismo español es el pariente pobre del nacionalismo, pero quiere arramplar con tanta pasta como éste. Es la chacha que aspira a sentarse a la mesa de los señores, pero no para hacer algo distinto y ampliar el país sino para imitarles en su hipocresía, su cortedad de miras, su endogamia, su gurruminería y desde luego su ladronazgo.

Desde luego, no puedo negar que es perfectamente coherente que el mismo partido que habla ahora de este país como suma de regionalismos militantes fuera el mismo que se cargó la mili, esa gran escuela del sentido de Estado para jóvenes y por tanto tradicional enemiga de la mentalidad de aldea y el paletismo de esquina. Desde que desapareció el servicio militar obligatorio el aldeanismo en España, según cualquiera puede observar hasta en las más diminutas cosas, se ha hecho asfixiante, de un delirio garantizado y total.

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España hace años que llegó al 'top' del regionalismo furioso. Hoy estamos ya en lo siguiente de lo siguiente. Y nos vienen los llamados conservadores a hablarnos de que la angostura territorial y mental es el futuro. Hubo un día en España en que los políticos brillantes nacidos en una aldea, muchos, lo último que querían es que el país volviese a ella.

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