Dice el más importante neurocientífico español que nuestro cerebro es una máquina de predecir el futuro, y que la gente más inteligente ve venir las cosas antes que nadie. Pero yo creo que el cerebro no es una máquina de predecir el futuro: es una ... máquina de predecir el pasado. Un pasado que vuelve una y otra vez haciéndose pasar por el futuro, como esas novias futuras en las que encontramos, estupefactos, las novias que ya fueron.
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El lector sabe cuánto me ha ocupado y preocupado siempre el asunto del futuro. Quien recuerda bien lo que pasó –cada vez recuerda menos gente– sabe lo que pasará. No hay una bola de cristal. El futuro es lo que ya ha ocurrido alguna vez, pero ligeramente cambiado por algún matiz diferente, que lo hace parecer nuevo sólo para los que no se acuerdan de nada. El futuro, digamos, es algo así como el pasado sumado a algo inesperado, a algún pequeño o gran «cisne negro». Nunca es posible predecir con absoluta precisión el futuro, porque siempre ocurre algo que nadie tuvo previsto. El destino siempre juguetea. Puede que esa variación sólo cambie ligeramente, pero una sola grieta en el imponente edificio de lo que «es seguro que pasará» basta para que nunca ocurra exactamente lo que se espera, y los efectos sean diferentes. Pero, aún así, sí que es posible saber de antemano muchas cosas. Sí es posible mirar el futuro que nos va a llegar (con reservas).
No hay que ser adivino ni tener facultades parapsicológicas. Si uno tiene todos los datos posibles del pasado y de la realidad actual en su mano, los tira al tapete como si fuesen dados queriendo que le revelen el futuro, y los vuelve a tirar cien veces y siempre sale la misma conclusión, entonces es que ocurrirá ese resultado, si al destino a última hora no le da por traviscornearlo todo.
No hay un cerebro «máquina de predecir el futuro». Se trata sólo de tener toda la información de lo ocurrido, que permite saber lo que ocurrirá. No hay magia. Se llama memoria o, para los que tienen mala memoria, un gran archivo, como el que tenía el primer ministro italiano Andreotti, alias «la eternidad».
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