Hará ya cosa de año y medio que se produjo un suceso curioso: después de un consejo de gobierno en Castilla y León, el vicepresidente, el tal Gallardo, que no destaca por su inteligencia, salió en rueda de prensa anunciando una serie de medidas reaccionarias ... dirigidas a coaccionar a las madres que pudieran abortar, como lo del latido fetal. El lío que se montó fue espectacular. Al momento, el PP de dicha autonomía salió diciendo que eso no se había tratado en consejo de gobierno y que este tipo anunciaba esas medidas por su cuenta y riesgo, pero el PSOE y la izquierda en general no perdieron ocasión de reventarle la cara al PP a costa de algo que no habían hecho ellos, sino los de Vox y por su cuenta y riesgo. De la medida no se supo más.
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Esclarecedor. Me surgió la siguiente pregunta: ¿cómo podían anunciar algo que no habían discutido en el consejo? ¿No se hacen actas de los mismos? ¿Cómo traicionaban así a sus socios? En aquel momento, comprendí que Vox llevaba a cabo 'boutades' a propósito, una tras otra, con la sola intención de provocar una escandalera que diera motivos a la izquierda y, sobre todo al PSOE, para atacar a los populares. Y defendí en múltiples artículos que, cuanto más se arrimaba el PP a los de Abascal, más perjudicado salía por los excesos y sobreactuaciones de los del partido verde. Ese partido de más allá de la derecha no quiere salvar España colaborando con el PP, quiere sustituir a los de Génova y cualquier artimaña les vale. Recuerden que, tras el resultado de Galicia que nos salvó de que otra autonomía cayera en manos del independentismo, Abascal se desmarcó diciendo que era «el peor resultado posible para España». ¿Por qué? Pues porque había ganado el PP al que odia.
El buen camino. Vox tuvo ante sí una encrucijada: moderarse, convertirse en un partido de bases y seguir el camino de su alma más liberal, o la otra vía, la reaccionaria, la confesional, la ultra. Es un hecho probado que la ultraderecha va a tener un subidón en toda Europa en las próximas elecciones por el tema de la inmigración que preocupa, y mucho, a los ciudadanos de la UE. Pero Vox no está ya en la cresta de la ola como sus vecinos. ¿Por qué? Podía haberse convertido en un partido de derecha fuerte, digamos, en términos similares a Ronald Reagan o Margaret Thatcher, gente que era demócrata pero dura, muy de derechas. Pero no, optó por el camino del frikismo, la performance y la parida con un duro mensaje anti-LGTBI que niega la violencia de género. Y el 23-J España demostró que no estaba por el advenimiento de la ultraderecha.
La pinza. Y esa y no otra fue la salvación de Sánchez. Cuando Feijóo no logró mayoría el 23-J por sus pactos con Vox y por las innumerables salidas de tono de sus socios en aquellos días, al fin comprendió que, cuanto más se acercaba a sus 'amigos' de extremo centro, más bajaba con el electorado moderado. 750.000 mujeres pasaron de votar al PP a votar a Sánchez por miedo a un recorte de derechos. Y así nos ha ido. Ahora, al fin, se dan cuenta, porque la pinza PSOE-Vox ha quedado en evidencia con lo de Milei. Cada vez que Sánchez está en un apuro, ¡qué casualidad! hay una burrada ultra que le hace reclutar voto como el 'freno a la ultraderecha mundial'. Ejemplo, lo de las manifestaciones de Ferraz y, ahora, lo de Milei. Veamos, el PSOE dentro de la estrategia que marca la pinza pide explicaciones a Feijóo por una movida en la que el gallego nada tiene que ver. Analicemos lo ocurrido: Puente llamó drogadicto al presidente de otro país y no pidió disculpas, muy mal hecho. Milei insultó a Begoña y no pide disculpas, muy mal también. ¿Qué tiene que ver el PP con lo que haga o diga Puente o con lo que haga o diga Milei? Nada. El presidente intenta evitar con esta polémica que se hable de Koldo, Delcy, Begoña, Pegasus y de que no puede sacar adelante ni una votación y está en precario. Sánchez y Milei operan como lo que son, populistas, porque no quieren que se hable de sus graves problemas internos. Y Feijóo debe mantenerse lejos de ambos, en el centro, en la moderación, que es donde estamos los españoles huérfanos, millones, por cierto.
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