No, amigos, no me refiero a la serie de televisión, más conocida como 'Lost', que fue el caso más claro de la historia de estafa audiovisual, una muy buena serie nada menos que con seis temporadas, largas, con un final predecible, esperado, malo de cojones ... y que te dejaba con la horrible sensación de haber sido estafado. Como diría el abogado Lionel Hutz, de los Simpsons, «la mayor estafa desde la publicación de la Historia Interminable». Pero yo me refiero a nosotros, a los ciudadanos que estamos perdidos ante el comportamiento, por una parte, de Feijóo y, por otra, de Pedro Sánchez que viven empeñados en hacer exactamente lo contrario de lo que dice el sentido común y ponernos en las manos de extremistas de uno y otro lado.
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Un barrio. Lo de Feijóo, de traca, se abrazó a Vox en una serie de pactos autonómicos mientras que decía que no, que no los quería. A la contradicción evidente se sumaron las boutades de los ultras y aquello acabó mal, con el gallego perdiendo una presidencia que, el 28-M, tenía al alcance de la mano. Dicen que cuando te cruzas con un gallego en una escalera no sabes si sube o baja y así es el equipo de Feijóo, el que se trajo de Galicia, y al que le viene muy grande la política nacional. Para colmo, lo ha completado con tipos 'fluidos' como Borja Sémper y eso le lleva a hacer una política errática que desconcierta a su posible votante y le aleja de la mayoría. Yo no estoy en contra del uso de las lenguas cooficiales en el Parlamento, de hecho, se usan en el Senado y no se ha roto España, pero por poner un ejemplo: es muy fuerte lo de Sémper en el Congreso, el 'moerno', que sale y dice que hablar en otras lenguas es hacer el canelo y horas después aparece hablando en Euskera. Esos vaivenes, esos cambios de orientación, hacen mucho daño porque el votante pepero percibe que no hay nadie al volante. Estos 'Sorayos' tienen al PP y sus votantes 'desquiciaos'.
El otro barrio. Vámonos con Sánchez, Mr. Handsome, que ha pasado de decir que la amnistía no entraba en la Constitución a que es lo más bonito del mundo mundial. Ante la sola posibilidad de que hubiera ministros de Vox, la gente se echó a la calle a votar progresista. Eso es un hecho. España habló y no quiso a los ultras, prefirió un gobierno de PSOE con Sumar e, incluso, ERC o Bildu, que un gobierno con los 'volverán banderas victoriosas'. Con Sánchez ya vivimos un gobierno así y no se rompió España. Bildu y ERC no fueron los que dieron el cante, sino Podemos. Lo que no esperaba la gente, ni siquiera Sánchez, es que iba a depender de un partido que es la viva imagen de Vox en el espejo, pero en Cataluña: un partido muy de derechas, supremacista, nacionalista, poco racional y con un líder que está 'pallá'. Junts. ¿Me siguen? El PP depende de unos ultras nacionalistas españoles y el PSOE de otros ultras supremacistas catalanes. Cojonudo, ¿no?
Agencias de colocación. Y como los dos grandes partidos se han convertido en agencias de colocación rivales es imposible que se pongan de acuerdo. Porque piensan en el aquí y el ahora y en cuánta gente tienen que colocar. Porque si fueran listos, se pondrían de acuerdo y anularían la influencia, injusta, de estos extremistas. Y es aquí que comienza a vislumbrarse una nueva amenaza: justo cuando España, el 23-J, dijo alto y claro que quería volver al bipartidismo, los dos grandes partidos se ponen a hacer el gilipollas desoyendo al pueblo, el uno abrazándose a Vox y el otro a Junts. Juegan con fuego y pueden provocar, como en 2010, la desafección de los electores y la aparición de nuevos partidos como la Tercera España.
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El debate. Y ya para rematar el esperpento de ambos: Feijóo convoca una manifa contra Sánchez dos días antes de su investidura reconociendo que va a ser falluta. Una sesión que habrá costado un pastizal, estéril, que no servía para nada y por la que ha vendido Murcia a los ultras. Y el otro, Mr. Handsome, no participa y manda a un sobrero, en una falta de respeto institucional que avergüenza, porque los símbolos importan y Feijóo, aunque no sea un lince, merece respeto y sus 8 millones de votantes, también. Estamos perdidos amigos, y les da igual.
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