Como saben ustedes desde antaño tenemos la costumbre de poner sobrenombres a nuestros gobernantes, desde 'el hechizado' pasando por 'el impotente', 'la católica' o 'el ceremonioso', es una costumbre muy ibérica que me hace pensar cómo pasará a la historia el liquidador del PSOE y ... creador del partido sanchista, Pedro Sánchez. Lo he pensado mucho y aunque Mr. Handsome le va al pelo, creo que la característica que más lo define es su extraña y horrible capacidad para crear división, mal rollo y conflicto allá por donde pasa. Hoy en día, dado que la política es sobreexposición e imagen, nos encontramos con muchos políticos que padecen un narcisismo que entra de lleno en lo patológico. Algunos como Trump o Putin han sido diagnosticados por prestigiosos psiquiatras de narcisismo maligno y, si hay un detalle que destacar de Sánchez, es su elevado nivel de autocomplacencia, su autoconcepto desbordado, su vocación de narciso.

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Divisor. Desde el principio de su carrera política hemos comprobado que Pedro Sánchez utilizó la polarización como táctica política. Para ganar adeptos o identificar enemigos. La diputada de Cs al Parlamento Europeo y exsocialista Soraya Rodríguez ya lo relató hace poco en una entrevista. Después de aquel desagradable incidente de la urna tras la cortina, que demostró cuál era su nivel ético, Sánchez volvió con más fuerza y partió, literalmente, el partido. Todos aquellos que apoyaron la abstención para que gobernara Rajoy por sentido del Estado, fueron apartados y tildados de traidores y, lo peor, de fascistas. ¿Les va sonando? En lugar de ser un líder conciliador, de sumar, de echarse al centro, de buscar al votante moderado, Sánchez se echó en brazos de la izquierda más dura e hizo una limpia en su partido. La gente de dentro te contaba cómo aquel que disentía o asomaba un poco la cabeza era laminado. Colocó férreos reyezuelos en los territorios que eliminaban cualquier atisbo de pensamiento crítico y así, el partido socialista se convirtió en partido sanchista.

Polarización. Esto convirtió a un partido que modernizó España y que tenía altos niveles de democracia interna en un partido cesarista, donde el culto al líder era lo que contaba y donde este se rodeó de una camarilla de gente muy fiel, pero poco capacitada y sin ningún lugar al que volver. Ser un partido cesarista puede ser bueno en cuanto que todo el mundo va a una, hay disciplina, pero si el líder cae o pierde la cabeza, el partido se va a la mierda. La polarización, su táctica, se extendió del partido a la sociedad. Él, como narcisista que es, no entiende otra manera de hacer política. Estás conmigo o contra mí. O yo, o el desastre. Empieza la legislatura y dice que tira un muro para aislar a la derecha que, ojo, había ganado las elecciones. Intenta aislar a 11 millones de votantes, la mayoría. Cuando pierde el norte y se mete en la movida de la amnistía, vuelve a polarizar, si tú dices que eso es un disparate y que va contra los principios básicos de nuestra democracia, perteneces a la fachosfera. ¡Toma ya! Si no estás de acuerdo con él, ¡eres un fascista! Esa forma de hacer política, de echar órdagos constantes al votante, ese constante o 'estás conmigo o estás contra mí', te acaba dejando solo. Es de Perogrullo.

Él, como narcisista que es, no entiende otra manera de hacer política. Estás conmigo o contra mí

La senda errónea. El abandono de Sánchez de la línea socialdemócrata y sus continuos «si no me apoyas, eres fascista» va dejando al partido muy tocado, con pérdida de poder territorial constante y con el ascenso de fórmulas nacionalistas de izquierda que lo meten en un círculo vicioso: cuanto más necesita a los nacionalistas, más voto pierde y más necesita a los nacionalistas. Y eso, a nivel nacional, es una catástrofe. Sánchez goza, eso sí, del apoyo inquebrantable de líderes de bajo nivel que dependen de él para cobrar y poco más. El sanchismo se bunkeriza, se apoya en algunos medios muy fieles y así hemos llegado a la ridícula carta, al melodrama de «se meten conmigo» sólo porque un juez ha abierto unas diligencias. El tío que tiene a la Fiscalía a su servicio, a RTVE, el BOE, 380.000 millones de presupuesto, que manda en el ministro de Justicia, el CNI y las Fuerzas de Seguridad del Estado, dice ser una pobre víctima. Y señala a jueces y prensa libre y vuelve a partir a la sociedad. Ahí sigue, el fundador del partido sanchista, Pedro, 'el máximo común divisor'.

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