El que suscribe tenía preparado un artículo para hoy en el que hablaba del 'match point' que había salvado Sánchez tras las vascas y de lo que yo creo es un error político por su parte al hacer crecer el nacionalismo de ultraizquierda allí por ... donde pasa en detrimento de los líderes locales de su propio partido. Error que a medio y largo plazo resultará fatal, en mi opinión, para su formación política. Pero no, una vez más, sale Mr. Handsome y en uno de esos giros de guion que le caracterizan, suspende su agenda, nos larga la carta y amenaza con irse el lunes. Yo propongo que intentemos salirnos de esta máquina de fango que es su comunicación política e intentemos analizar sin ningún tipo de afectación y de la manera más fría posible los hechos. Si somos capaces de ello, la primera pregunta que surge es: ¿qué pasó en esas 8 horas que transcurren desde la mañana en el Congreso en que dice que confía en la Justicia, lo lógico, hasta la tarde en que dice que se va? ¿Qué pasó ahí?

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Estrategia. Porque nadie, ni los periodistas, ni los analistas, ni los políticos, ni la ciudadanía, cree que Sánchez se vaya el lunes. Nadie lo cree. Yo no descarto nada. Todo el mundo piensa que es, una vez más, una calculada estrategia, una distracción y una jugada para que se produzca un cierre de filas en torno a su persona. ¿De quién o quiénes? Primero de los cuadros de su partido, luego de los posibles votantes y de la izquierda y, lo más importante, de sus socios de gobierno, de los partidos que le hacen la vida imposible pese a que son, supuestamente, sus socios. Con este gesto, Sánchez da un puñetazo en la mesa diciendo a Junts, ERC, o Bildu, «ojo que esto se acaba y nos vamos todos a la puta calle».

Errores políticos. Sánchez tenía mimbres para haber sido el mejor político, con diferencia, de la España de los últimos 25 años. Podía haber sido el mejor presidente de la historia. Pero no, en lugar de tirar su partido al centro, a la moderación, a la socialdemocracia, y llevarse al huerto a los millones de votantes de centroizquierda, de centro o, incluso, de centroderecha, optó por la vía rápida, y se echó en brazos de Podemos y los indepes. Y eso le hizo perder el centro y depender de ellos más y más. Los errores políticos son eso, errores, algunos los ven aciertos, pero yo creo, humildemente, que se equivocó con la jugada y con los indultos, lo de la sedición, lo de la malversación y, finalmente, la amnistía. Y perdió el voto de la mayoría de los ciudadanos españoles. Repito el término que es importante, españoles. Pero lo ocurrido ahora no tiene que ver sólo con sus errores políticos, sino con su lado oscuro.

El lado oscuro. Hay dos sucesos que son feos, raros, muy raros. Este columnista escribe novela policíaca y soy holmesiano estricto, y cualquier ciudadano que se precie sabe darse cuenta de cuándo hay cosas raras, feas. Y hay dos asuntos de Sánchez y sus secuaces que, digan lo que digan, son feos, muy feos. Uno es el asunto de Delcy, el aeropuerto y las maletas. Feo, muy feo. El otro es el tema de Pegasus, que no se ha inventado nadie: el mismo Gobierno dijo, en rueda de prensa, que les habían 'trincao' el móvil al presidente y a varios ministros. La gente, que no es tonta, apreció un giro en la política exterior con Marruecos y el Gobierno de Francia, también afectado, apuntó directamente al país magrebí. ¿Sabremos algún día la verdad de estos dos sucesos feos y oscuros? Casi seguro que no. ¿Por qué hablo de esto ahora? Porque no cabe en cabeza humana la sobreactuación de Sánchez solo porque un juzgado admite a trámite una denuncia sobre la actuación de su mujer. Sánchez tiene problemas con los mecanismos de control de la democracia, sí, pero es sólo una denuncia y si su media naranja es inocente, ¿qué tiene que temer? González con el 'caso GAL' o Rajoy con la 'Gürtel' no suspendieron su agenda ni lanzaron un órdago narcisista como este. Luego, ¿por qué esto? Muchos, al ver ese giro en 8 horas pensamos que el problema no es este, sino que el mismo día se reabría el 'caso Pegasus' y que Francia suministraba nuevos datos. Si un presidente dimite, dimite, no lo hace en diferido. ¿Qué teme que pueda salir?

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