Creo que en alguna columna de esta sección hemos hablado del mayordomo Betteredge, uno de los personajes y a la vez narradores de 'La Piedra Lunar', una de las obras cumbre de mi más admirado escritor Wilkie Collins. Este mayordomo tenía la costumbre de abrir ' ... La isla del tesoro' por cualquier página y leer lo que encontraba como solución al problema con que el lidiara en cualquier momento. Y a él le funcionaba. Creo que el 24, el mismo día que sale a la venta mi próxima novela, 'Pamflettem', se estrena una nueva película de Ridley Scott, magnífico director que no da puntada sin hilo, basada en la vida de Napoleón. Y es que el pequeño corso decía que no había vivido ninguna circunstancia en el campo de batalla que no hubiera leído ya en los libros de historia militar. Porque todo está en los libros, amigos.
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El mariscal Ney. Fue uno de los generales favoritos de Napoleón, hecho a imagen y semejanza de lo que fue el estado mayor del emperador francés: tipos bragados, que empezaron como soldados rasos y que ascendieron en el campo de batalla luchando con el ejército revolucionario cuando toda Europa, y digo toda, les declaró la guerra. Tipos intrépidos, aguerridos, incluso alocados, en los que Napoleón buscaba una característica crucial: la buena suerte. Ney fue un tipo que vivió tres vidas o, si lo prefieren, que murió dos veces. La primera, en la campaña rusa donde, tras el fiasco de la Grande Armée, fue dado por muerto. Dice la leyenda que fue el último soldado francés en salir de Rusia. La segunda, cuando fue fusilado tras la derrota de Waterloo de la que algunos le culparon por su precipitación. Antes de eso, Ney fue enviado por Luis XVIII a detener a Napoleón cuando este escapó de Elba, pero en lugar de detenerlo, se unió a él. Tras el desastre de Waterloo fue fusilado. Y ahí crece su leyenda pues años después, un tipo que enseñaba francés en el Davidson College de Carolina del Norte y que respondía al nombre de Peter Stuart Ney, cuando se chispaba hablaba de gloriosas batallas, dominaba el alemán y cuando murió dijo: «Bessières está muerto, la Vieja Guardia está muerta, así que dejadme morir».
Tres vidas. Esto que acabo de contar hizo a muchos creer que Wellington, que era masón como Ney, hizo un paripé de fusilamiento y lo dejó escapar a América. Vivió pues tres vidas. Como Sánchez, que fue apuñalado por la espalda por la ejecutiva del PSOE y volvió a la vida con su Peugeot. Primera muerte política superada. Luego, cuando su alianza con Podemos y las frivolités de estos le llevaron al desastre de las autonómicas, volvió a resucitar políticamente tras convocar las sorpresivas elecciones del 23-J, gracias a las boutades de Vox y los pactos de Feijóo con los ultras. Ahora, tras su errado pacto con Puigdemont, encara una legislatura que se antoja corta. Sánchez lleva superadas, como Ney, dos muertes políticas, ¿evitará la tercera? Me temo que no.
Frankenstein. Y si seguimos con analogías literarias, recordemos que Mary Shelley nos cuenta la historia de un tipo, Víctor Frankenstein que, con retazos de cadáveres, devuelve una criatura a la vida. Como ha hecho Sánchez con un independentismo catalán que había pasado a la historia. Tras lo del 1 de octubre en Cataluña ocurrió lo mismo que en Quebec, que muchas empresas se fueron y el rollo indepe pasó de moda. Ya no había conflicto y los partidos independentistas vivían su peor resultado electoral. Sánchez, como Víctor Frankenstein, les ha dado la vida de nuevo. En la novela, cuando se viene a dar cuenta, el doctor Frankestein se hace consciente de su error, como le pasará a Sánchez. Y cuando su criatura, el monstruo, se da cuenta de que su creador abjura de él y siente el rechazo de la sociedad, decide vengarse del doctor y de su familia. Y esto, que está en los libros, ocurrirá: Pedro Sánchez se arrepentirá, y Puigdemont y los retazos de los cadáveres del independentismo, ahora resucitados, se volverán tarde o temprano contra él. Porque Puigdemont, Junqueras y los independentistas son cualquier cosa menos fiables. Recordemos que Puigdemont, tras acordar elecciones con Soraya y Rajoy, proclamó la independencia por un tuit de Rufián. Y tras eso, se metió en un maletero y huyó de España. ¿Se imaginan dónde estarían los Estado Unidos si George Washington, tras proclamar la independencia, hubiera huido a Canadá? Pues eso, que todo está en los libros.
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