Hace poco más de un año, la Comisión Europea encargó a Mario Draghi la realización de un diagnóstico profundo del presente y el futuro de la economía europea. El resultado es el documento 'El futuro de la competitividad europea', publicado hace unos pocos días, que ... no sólo identifica los desafíos, sino que también ofrece soluciones correctivas mediante una acción decidida y colectiva.

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El diagnóstico que presenta Draghi en su informe es alarmante. En las últimas décadas, la Unión Europea ha asistido a una drástica desaceleración de su crecimiento económico, que ha dado como resultado la divergencia del PIB con el de Estados Unidos, y un descuelgue en el liderazgo industrial, tecnológico y digital. Esta brecha se ha debido en gran parte al estancamiento del crecimiento de la productividad, lo que ha afectado consecuentemente al poder adquisitivo de los hogares europeos.

A pesar de la recuperación del empleo y del comercio exterior, Draghi apunta a varias dificultades básicas que actualmente lastran a la economía europea, entre las que destacan, en primer lugar, la guerra en Ucrania y sus consecuencias en la crisis energética de Europa; y, en segundo lugar, la debilidad observada en el sector tecnológico –donde sólo cuatro de las 40 principales empresas tecnológicas mundiales son europeas–, que muestra hasta qué punto Europa está perdiendo terreno frente a China o Estados Unidos en la carrera digital.

Según el informe de Draghi, para detener y hacer retroceder esta tendencia negativa, será necesario realizar inversiones en la economía europea equivalentes o incluso mayores que las que se realizaron al final de la Segunda Guerra Mundial en el marco del Plan Marshall. La apuesta por la digitalización y la industria sostenible, junto con el fortalecimiento de la capacidad de defensa de la Unión Europea, requerirían al menos entre el 4,4% y el 4,7% del PIB o no menos de 750.000 millones de euros adicionales. La mayor parte de estas inversiones, según el informe, debería proceder de fuentes privadas: para ello, propone crear un fondo de deuda común para financiar proyectos, como se hizo en el marco del programa Next Generation EU.

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Una de las principales preocupaciones de Draghi es la creciente brecha de innovación entre Europa y sus competidores. El informe destaca que, en los últimos 50 años, no ha surgido ninguna empresa europea que haya alcanzado una capitalización superior a 100.000 millones de euros desde su creación, mientras que en Estados Unidos, seis empresas han superado la barrera del billón de euros en este mismo periodo.

Además, las empresas europeas invirtieron 270.000 millones de euros menos en I+D que sus contrapartes estadounidenses en 2021. Este déficit de inversión ha llevado a que aproximadamente el 30% de los 'unicornios' europeos –startups valoradas en más de mil millones de dólares– hayan trasladado su sede al extranjero, principalmente a Estados Unidos, en busca de un entorno más favorable.

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El informe Draghi también aborda con preocupación la necesidad de reducir la dependencia de Europa de proveedores externos, en particular de materias primas críticas y tecnologías digitales. Europa depende en gran medida de «unos pocos proveedores» para estas materias primas: entre el 75% y el 90% de los componentes para la producción de chips provienen de Asia. Esta vulnerabilidad podría tener consecuencias devastadoras en caso de interrupción del comercio o conflicto geopolítico, como ya hemos sufrido durante el pasado año.

Además, señala otros obstáculos principales que impiden una expansión continua en Europa: la falta de concentración en objetivos comunes, la infrautilización de los recursos compartidos, los problemas de coordinación entre los Estados miembros, y el exceso burocrático y legislativo que lastra la flexibilidad y agilidad.

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El informe no es sólo un diagnóstico, sino un llamamiento urgente a la acción para Europa. Pero no será suficiente si no se responde con contundencia y urgencia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ha anunciado que este documento será el centro de sus políticas económicas en los próximos meses. Si Europa quiere empezar a cerrar la brecha cada vez mayor que la separa de sus competidores, y garantizar así un futuro próspero para quienes formamos parte de este continente, es imperativo que las recomendaciones de Draghi se adopten con determinación. La buena noticia es que por fin alguien con solvencia hace un llamamiento serio para que Europa despierte del letargo; aunque no bastará sólo con una nueva lluvia de cientos de miles de millones a cuenta de las próximas generaciones.

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