Desde la distancia de esa colina pequeña ('Puig') de aquel monte alejado del mundanal ruido ('demont') donde, en virtual y en diferido, dirige sus misivas ... de campaña, el señorito Carles sigue tensando la cuerda para que se cumplan sus designios, mientras el Gobierno de Sánchez gana tiempo a costa de cederle al partido que preside, Junts, el control de las fronteras catalanas. Puigdemont se ha hecho viral, aunque no da la imagen, su primer plano de fotomatón no convence, pero gana puntos, aunque no lograría pasar un 'casting' televisivo para presentar un informativo, como mucho podría ser invitado de Broncano a su 'Revuelta'.
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El señorito no necesita de esos 'reality shows' que compiten por la audiencia, él ya la conquistó. Siempre cuentan con él, negocian y esperan hasta último momento que dé sus votos. Parece mentira que con ese rostro tan inexpresivo, aunque lo decore con esa peluca tan alborotada, tenga tanta cuota de poder. Anteayer lo vimos en las teles, con su musicalidad lingüística cantarina y esa sonrisilla forzada de satisfacción, por haber pactado con los socialistas la gestión de las competencias que son propias de un Estado.
Al final va consiguiendo, por el aval de ese puñado de votos que se cuentan con los dedos de la mano, todo lo que quiere, para conformar su proyecto de alcanzar la verdadera soberanía.
En esta España nuestra, cogida por alfileres por todos los costados, crece la desorientación, la incertidumbre y el asombro por no saber lo que nos vendrá. El teatrillo de políticos-marionetas que se ha montado y sin un guion previo, dejando a lado a quienes representan a la mayoría de ciudadanos, hace que estemos ante una de las muchas series de ficción que estamos acostumbrados a consumir. Ante esta situación de sumisión, muchos nos oponemos a esta manera de dejarnos llevar, por ese 'pedid y se os dará' catalanista que nos gobierna a la sombra y nos hace ser dependientes y a merced de los designios del señorito Puigdemont que, con sus acólitos, va subiendo peldaños en la conquista de su tierra prometida. Los junteros saben que la lengua es la cuestión clave, el requisito para los que lleguen será dominar el catalán, para ser independientes.
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