Nazareno. La Semana Santa ya está aquí. Procesiones, liturgia y la escenificación de un drama humano de un modesto ebanista de Nazaret, un humilde rabí judío que logró convulsionar la historia como ningún otro. Los mensajes, las enseñanzas, las parábolas, la sabiduría de Jesús, ... ese mismo Jesús cuya imagen estás viendo procesionar estos días por nuestras calles y plazas, han supuesto y suponen para millones y millones de seres humanos a lo largo y ancho de más de veinte siglos toda una guía espiritual todavía hoy vigente. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.
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La clave está, perdona que te diga, en si cuando procesionan a ese Jesús por delante de ti, entre tambores, repiques y trompetas, fuera ya de toda cosmética sacra y ornamental, a ti te llega su mensaje, lo contemplas como un legado cultural más o, simplemente, te entretiene como podría hacerlo cualquier desfile pagano. Es decir, te sumas, nos sumamos tú y yo al espectáculo desde la superficie. O este año, esta Semana Santa te decides a preguntarte algo más profundo. ¿Tiene sentido creer hoy, tener fe en el Nazareno en pleno siglo XXI?
Alternativa. También puedes pasar radicalmente de estos temas porque piensas que igual tiene razón tu colega Pedrito, un suponer, que va presumiendo de impío anticlerical y que pasa del 'rollo' para irse a la playa a leer en el 'Hola' temas tan interesantes como la maternidad subrogada de Ana Obregón . Que los creyentes, mayordomos, celadores o costaleros, dice tu 'tronco', vamos de despistaos por la vida. Que, en el fondo, somos una panda de ilusos, soñadores e ingenuos fantasiosos que necesita creer en un mas allá por el miedo insoportable de que se acabe el más acá. Y que estas cosas ya las resolvió el método científico tradicional desde tiempos de René Descartes. Tú te reirás pero yo he conocido a algún 'angelito' que durante todo el año nos restregaba su lacerante ateísmo... para cuando llegaba la Semana Santa subirse encima de la mesa para gritarnos como un poseso aquello de «Viva la Virgen de los Dolores». Tan real como la vida misma. Divina comedia y divino comediante.
Vamos a lo que vamos. A ver, primera premisa. Jesús proclama a Dios. Hay quien se encuentra más cómodo llamándolo Energía Cósmica, Universo, Fuente Primera, Causa Absoluta o Sumo Hacedor. Jesús lo llama Abba, Padre. Porque el Dios de Jesús es un Dios de amor, respetuoso con el libre albedrío de sus criaturas. Jesús transparenta a un Dios cercano, un Dios interior («ora al padre en lo secreto») como la semilla de mostaza que todos llevamos dentro (todo es energía, todos somos energía, postulado básico en física cuántica). Hay semillas de Dios en cada uno de nosotros. Jesús vino a despertarnos a esa realidad. Cuando el cristianismo nos lo presenta como Hijo de Dios nos está situando en una dimensión mucho más profunda que la biológica, la ontológica. Imagen visible del Dios invisible.
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Invisible. Claro, con matices. Porque nuestros sentidos nos engañan. En los cuerpos sólidos que percibimos hay espacios subatómicos auténticamente siderales. Tú le das la mano al que tienes al lado, tienes esa sensación y los electrones de uno y otro ni se han rozado. Dios invisible pero con matices. Nuestros conceptos son antropomórficos y hay que asumirlo así, como asumimos la imagen nada real de un Dios anciano que se nos proyecta en las iglesias desde tiempos de Miguel Ángel y su Capilla Sixtina. En el artículo anterior, lo recordarás, nos dimos un garbeo por los laboratorios de Rutherford, De Bogly y Bohr para atisbar la inmensidad y el orden de lo inmanifestado. Michio Kaku, el padre de la teoría de cuerdas y uno de los científicos más reputados y respetados del momento, afirma haber encontrado pruebas de una fuerza universal que «lo gobierna todo». El relojero de Einstein. El arquitecto de Spinozza. Jesús lo llama Abba, Padre. Recordando a Chesterton, cuando entro en una iglesia me quito el sombrero, pero no la cabeza. Creer en Dios y mucho menos en el Dios padre de Jesús no es incompatible con la ciencia actual. Fe y razón han reducido las fronteras y más de lo que pensamos.
Vida. ¿Y por qué Jesús? Y cuál es la razón para creer en el Nazareno que procesiona por delante de ti. La vigencia de su mensaje, como queda antedicho. «Si los cristianos fueseis como el Cristo que predicáis (procesionáis), el mundo estaría a vuestros pies», decía Ghandi. Y tanto. Jesús nos enseñó una actitud ante la vida. Una receta para ser felices. Dice Javier Melloni que si aprendiéramos de Jesús no viviríamos aferrados a todo, porque la vida es un don de Dios. Y si es un don no hay nada que podamos perder porque nunca lo hemos tenido. Somos sus depositarios. Vivir así nos libera. Nos hace vivir en el presente, en el ahora. Esa es la receta de vida del enorme ser de luz al que procesionan por delante de ti estos días. ¿Subes?
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