Un día leí que dejar de ser joven es comprender que no eres inmortal. No sé quién es el autor ni si es una frase ... célebre, pero creo que es verdad.
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Conocí a Isabel Ruiz Leal, Isica para sus amigos, en un campus de la fundación FAES hace tantos años que ni siquiera puedo recordarlo. Era esa típica persona extraordinariamente normal, con todo lo bueno que implica: alguien que sin ser pretenciosa, ni grandilocuente, ni decir ni media palabra más alta que otra dejaba un recuerdo especial en todo el mundo que la conocía.
En un mundo en el que la militancia en los partidos políticos queda tan denostada, ella era la típica persona tan sumamente enamorada de sus siglas y de lo que representaban que te hacía plantearte si en realidad el PP no llevaría 20 años teniendo mayorías absolutas precisamente porque había muchas Isicas que de cada cuatro palabras que salían de su boca tres eran «Miguel Ángel Cámara». Una persona con un compromiso excepcional que sin embargo no buscaba hacer de la política su profesión, a pesar de que su formación como politóloga y su valía personal la habrían puesto por delante de muchos de los que ahora ostentan un cargo público con mucho menos mérito que ella.
Del grupo de personas con las que compartí aquella experiencia en la que coincidimos, rodeados de líderes políticos mundiales capitaneados por una entonces desconocida Cayetana Álvarez de Toledo, muchos de nosotros no mantuvimos el contacto con Isa después de aquello. Éramos lo que ahora se conoce como amigos de Instagram, en el que sabíamos de nuestras respectivas vidas por las publicaciones en redes sociales. Ahí nos enteramos hace no tanto que su padre falleció de manera repentina hacía casi un año, y que ella había sufrido un cáncer que, si tiene algo medianamente bueno que sacar de aquello, al menos le sirvió para que en sus últimos años muchísimos amigos suyos se dedicaran en cuerpo y alma a decirle que le querían casi a diario.
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Si supiéramos que nos queda apenas un año de vida, seguramente el sentimiento con el que querríamos acabar nuestro paso por el mundo nunca sería ni la tristeza por la pérdida ni el dolor por el tratamiento de una enfermedad que parece que fue la que acabó con ella. Pero dentro de ese pozo injusto, entre todo pudo saber de primera mano que había un grupo enorme de personas que nunca estuvo dispuesto a soltarle la mano.
Cuando Isica murió la semana pasada a los 35 años de un ictus repentino la noticia corrió como la pólvora en todas partes. En este mundo frívolo que es la política, en el que parece que es imposible tener amigos de verdad o sentir aprecio sincero por alguien, pocas veces he visto un sentimiento tan unánime de genuina pena por la muerte de un mero conocido. Hay que ser muy especial en la vida para que en todos los rincones de España haya personas que habiendo compartido no más de dos días contigo crean que el mundo es un lugar peor ahora que no estás.
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Isica era alguien entrañable, especial y que siempre aportaba un rayo de alegría en todas las conversaciones de las que participaba. Si los que no siendo tan cercanos a ella sentimos su pérdida como si fuera nuestra, no quiero ni imaginar el dolor de los que cada noche se iban a dormir 'whatsappeando' con ella y desde el domingo no paran de mirar el móvil con lágrimas en los ojos viendo que esa última conexión el domingo a las 11.54 de la mañana es la última que compartirán con ella.
Su mejor amigo, Diego Avilés, me contaba el otro día que en el tanatorio tuvieron que sacar las flores al pasillo porque no cabían las coronas y los ramos de amigos, compañeros de partido y de vida que convierten en realidad aquella dicho que reza «por qué siempre se tendrán que ir los mejores ».
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El mundo acabó demasiado pronto para alguien a quien le quedaba aún mucho por vivir, pero allá donde esté debería sentirse orgullosa del legado que deja en el mundo: la constancia fehaciente de que incluso para los que llevaban años sin saber de ella saben que, ahora que no está, su vida será para siempre irremediablemente peor.
Descansa en paz, Isa. Qué mundo tan bonito construiste a tu lado.
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