Tildar a nuestro presidente de mentiroso está gastado por asumido. Luis del Val ya acuñó el término 'Pedro I el Mentiroso'. Extendido resulta asimismo que ... su fuerte no es la ética, sus escrúpulos son escasos. Su comportamiento cambia drásticamente según las necesidades personales, ciscándose en principios defendidos con denuedo durante años y en su propio programa electoral. Félix Ovejero, socialista clásico, escribe que tiene «dudas de que Sánchez se tome en serio el Estado de derecho».

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Menos generalizado, aunque cada vez más visible, es su triunfalismo. Si Zapatero era adanista –«yo fui el primero que no se levantó ante la bandera estadounidense, yo fue el primero que nombró a una mujer embarazada ministra de Defensa, yo fui el que inspiró la memoria histórica que uniría más que nunca en el recuerdo a los españoles, yo fui el inventor de la apoteósica y universalmente elogiada Alianza de Civilizaciones, iniciativa que pasmó a Naciones Unidas cuando allí la revelé»–, Sánchez es triunfalista. España, en su ensoñación, está siempre liderando.

En política exterior lideramos el cambio en la comunidad internacional de la situación del Sáhara, haciendo unas afirmaciones más promarroquíes que las del propio Trump; lideramos la ayuda a Ucrania; estuvimos a la cabeza de la recogida de refugiados afganos; ahora vamos a capitanear la postura de la Unión Europea sobre Palestina, y hasta se sueña con una gran Conferencia sobre Oriente Medio en España, en Barcelona o San Sebastián, huyendo de todo centralismo, en la que nuestro país asombrará a propios y extraños por sus propuestas y liderazgo. Hay un precedente, la reunión de la OTAN en Madrid de hace un par de años fue considerada por Albares algo tan importante como la Conferencia de Yalta, aquella en que segundones como Roosevelt, Stalin y Churchill se repartieron el mundo y más trascendente que la caída del Muro de Berlín, una futesa con lo acaecido en España en la ocasión citada al mando de Sánchez-Altares.

¿Intenta Sánchez por todos los medios camuflar que España no ha prosperado, sino que ha retrocedido?

Sobre la reciente presidencia española de Europa, no hace falta extenderse. En Bruselas, Estrasburgo, Berlín, París, Roma, Varsovia, Estocolmo... políticos y comentaristas se hacen cruces sobre la huella de España en el semestre y el cambio que han dado nuestros países bajo la batuta de Sánchez. Multitud de artículos extranjeros han glosado cómo nuestro presidente, como un Bobby Fischer o un Arturito Pomar, ha sabido jugar en diversos tableros, parando a la derecha y a la extrema derecha en las elecciones españolas, derrotando a ambas, y conduciendo simultáneamente con pericia el barco europeo en aguas procelosas como Ucrania, Palestina, la inflación y las consecuencias de la pandemia.

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En la parcela económica, según el relato oficial, los triunfos abundan. Sánchez dice modestamente que «España va como una moto». Nos salimos del tablero. Sin embargo, dado que estamos jugando con cosas de comer, convendría, aunque sea sólo en esto, poner aquí algo de realismo y apuntar algunos datos en los que España lidera y no para bien: somos el país con mayor paro juvenil de Europa. Nuestra tasa de paro global, 12,2, supera con creces la media europea, nuestro déficit fiscal y la deuda también galopan delante de muchos europeos, estamos a la cabeza en abandono escolar y los índices educativos y de comprensión de los estudiantes empeoran, según el informe PISA. La situación de los jóvenes después del largo lustro sanchista no es luminosa y decenas de miles de licenciados emigran cada año en busca de mejores horizontes. Bastantes más que con el Gobierno anterior, aunque nos hicieran creer entonces que todo era culpa del «indolente» Rajoy.

La opacidad sanchista ya es marca de la casa, a pesar de que íbamos a deslumbrar al mundo con nuestra transparencia: no sabemos la cifra real de fijos discontinuos, en Europa se quejan de que no conocen dónde han ido a parar los miles de millones que obtuvimos por la crisis y el Instituto alemán Kiel, que nos desnuda en la cuestión de la ayuda a Ucrania, indica que los países más opacos en esa asistencia son Grecia, España y Portugal.

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Y tenemos el trueno gordo que ha revelado mi compañero Javier Elorza. Resulta que habiendo España descendido en renta per cápita, estando ya por debajo de la media europea, el Gobierno no reclama, como tendría derecho, que volvamos a ser beneficiarios de los fondos de cohesión.

Los presupuestos de estos fondos, con mención de los beneficiarios y las cantidades que les corresponden, se hacen cada 7 años. Pero a la mitad de ese periodo hay una revisión por si se han producido hechos nuevos –la invasión de Ucrania, la reindustrialización por la covid...– y se puede pedir una corrección si tu situación ha empeorado. La puede solicitar, está legitimado automáticamente, cualquier miembro de la UE cuya renta haya bajado del 90% de la media comunitaria. Elorza recalca «que en 2007 estábamos en 103 y ahora hemos caído al 85. Hemos perdido 18 puntos en los últimos años. El proceso de convergencia logrado por Felipe González se ha derrumbado».

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Lo clamoroso, según mi colega, es que nuestro Gobierno, durante su reciente presidencia, presentó un documento diciendo que no se cambiasen las cifras aprobadas cuatro años antes: «Ellos mismos se estaban cerrando la puerta. Es insólito». Puede que perdamos 6.500 millones

Uno no sabe qué pensar ante esta renuncia. Una guía sobre la tauromaquia de mediados del XIX de los ingleses Lake Price y Richard Ford dice que los matadores eran conocidos por sus apodos cariñosos, «su forma extravagante de gastar y su peculiar dialecto mitad gitano y mitad jerga». ¿Se habrá sentido Sánchez rumboso perdonando ese dinero a Europa como actúa aquí perdonando la deuda de los futuros amnistiados y envolviéndolo en la jerga de progresista, transversal, feminista, diálogo, convivencia y cogobernanza (lo de solidario parece que se estila menos) o, más bien, como los viejos hidalgos venidos a menos intenta por todos los medios camuflar que España no ha prosperado comparativamente en su mandato sino que ha retrocedido? Me inclino por lo segundo: la moto petardea.

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