Un índice especialmente gráfico del cambio de los tiempos es el que nos brindan los diferentes significados que adquieren las palabras. En los años 60, ... cuando alguien decía que tenía al hijo colocado, se refería a que este había conseguido un puesto laboral en una caja de ahorros o en una pujante empresa. Hoy día tener al hijo colocado quiere decir que le ha dado por el hachís o la heroína y no hay manera de hacer carrera con él. Otra importante mutación semántica es la que ha sufrido la palabra amante a lo largo de los años. Cuando uno era crío, las amigas autóctonas de mi abuela, que eran como salidas de una viñeta de Juan Carlos Eguillor, solían dirigirse a mí con esa expresión: «¿Qué quieres, amante?». En una sociedad tan pacata como aquella, ese uso del término no tenía lógicamente las connotaciones sexuales que le daba la literatura erótica o más tarde la propia prensa del cotilleo aperturista y que también hoy se han pasado de moda. Hoy día tener una amante no es ser infiel sino antiguo. El tiempo ha desprovisto a ese vocablo de toda connotación picante y casi lo ha devuelto a la inocencia prístina con la que lo usaban las viejas de mi niñez. Hoy resulta anacrónico hasta 'El amante bilingüe' de la novela de Marsé. Hoy un amante es simplemente un ser que ama al margen de la situación civil que tenga (de casada o soltera) la persona a la que se ama.

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Más casos. En la época de mi infancia, tener deudas estaba muy mal visto y pedir un crédito hipotecario no era un motivo de celebración sino de preocupación. Recuerdo que mis padres lo solicitaron alguna vez y que no descansaron hasta que lo amortizaron. En 2011, cuando tuvimos conciencia de que nos hallábamos en plena crisis económica, Zapatero nos llegó a vender, sin embargo, como una gran noticia a festejar que China nos iba a prestar 9.000 millones. Han pasado catorce años y nuestra deuda pública ya camina al galope hacia los dos billones, pero Sánchez nos ha convencido de que España va económicamente viento en popa, lo cual prueba que la palabra 'deuda' o no significa lo que significaba antes o no la percibimos del mismo modo y que algo profundo, además de alarmante, ha cambiado en nuestra mentalidad colectiva.

Los tiempos cambian y también las palabras. Me topo en un periódico con un titular que me parece dramático: «Cae en Madrid la cúpula del Coro de los Trinitarios». Y sigo leyendo para averiguar si entre los monjes ha habido víctimas, pero lo que descubro a continuación es que la Policía Nacional les ha incautado, en la propiedad que ocupaban, pistolas, abundante munición y hasta bolomachetes. Tengo entonces la ligera sospecha de que se trataba de una organización criminal. Ya es que ni los trinitarios son lo que eran.

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