Al caer la tarde, nos adentramos en el inhóspito páramo de nuestra geografía digital. Con el ocaso una diversa y salvaje fauna que se abre ... paso por la red. Agazapados tras sus teléfonos móviles, comisarios de lo políticamente correcto, trols, anónimos, 'fakes' y ofendiditos van saltando de aplicación en aplicación. Se afanan rastreando alguna incauta presa que llevarse a la lengua y a sus dedos. Con juicio inmediato e irreflexivo buscan satisfacer su sed de notoriedad que compense el vacío de su realidad. Marcando su territorio virtual, persiguen un reconocimiento para un ego maltrecho en su vida real.
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Observamos al ancestral reptil 'comisaurius politicus' rastreando concienzudamente perfiles y comentarios de ingenuos que creyeron el páramo virtual un espacio constructivo de diálogo. El 'comisaurius' defiende a ultranza una libertad de expresión acorde con sus proclamas. En caso contrario, ejercerá sin dudarlo la libertad de represión hincando sus garras sobre su presa. Un incauto pajarillo desprevenido cae irremediablemente en sus zarpas. Como arenas movedizas, el reptil lentamente lo deglute indefenso con un juicio sumario y escarnio público ante manadas que reclaman la reorientación de la víctima.
Con sus múltiples máscaras de perfiles falsos, los 'anonimus' caretos se arremolinan en bandas. Buscan carnaza para alimentar sus hogueras de inquisición. Junto a ellos, 'fanaticus detritus' iletrados se exhiben como revolucionarios de boquilla, pero sin ingenio y con ignorancia tan grande como un armario ropero.
Descubrimos cómo se dan cita en el páramo, tribus de 'políticus' y 'cargo-semperaspirans' para aplaudirse y darse la razón entre miradas esquivas y desconfiadas. Mientras, rodeados de cómplices, brotan 'analistus campechanensis' que se repiten dictando a todos cómo deben ser alrededor de su ego. Cualquier disensión es afrenta. Despliegan su enfermiza necesidad de etiquetar ideológicamente a discreción, sin más, insultando a espaldas incluso a sus cómplices simbiontes. Disimulan su extremismo y ambición bajo una pátina de falsa moderación. A su vez, los 'detritus faltonibus', en apariencia serenos, se transforman en zafios insultadores y acosadores procurándose su dosis diaria de odio y atención reclamada. Carecen de estilo e inteligencia.
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Desde que la fauna política asumió las redes sociales como medio para lanzar proclamas y medir fuerzas, el debate de lo público parece haberse confinado a ese páramo virtual. De las impresoras en instituciones, se pasó a institucionalizar impresiones, 'likes' y retuits. Brotaron de sus madrigueras seres como los 'rufianii semperdiputadus' o los 'senatoreptor ociosibus' de gatillo fácil. Pero no debemos olvidar lo importante. La estepa castellana real es más extensa que ese pequeño páramo virtual. Más temprano que tarde, tendremos que rescatar el debate público del lodazal de 'El hombre y la red'.
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