Efectivamente. Cierto. Obvio. Es esta la hora y este es el momento en que nos toca defendernos. Sobre todo a los europeos. Pensarán que hablo ... de esa montaña de euros que vamos a comprometer para los próximos años en armamento. Ochocientos mil millones de euros, que no me suenan a poco. El dos por ciento, o por ahí, del Producto Interior Bruto, euro a euro, céntimo a céntimo, que también suena a bastante, sobre todo si los imaginas puestos así, a montoncitos.

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Sin embargo, no es exactamente a eso a lo que me refiero. Sobre ese asunto me cuesta opinar. Estoy demediado entre el viejo pacifismo que abominaría de este gasto, cargado de bienintencionadas razones entre las que se cuentan los clásicos argumentos de a cómo de hospitales construidos sale un misil o por cuántos buenos profesores para nuestros críos se cambia un avión de combate, y una cierta dosis de sensatez y realismo adquirido a través de la insana costumbre de ver cada día los periódicos y comprobar cómo está el puto, con perdón, mundo.

Es verdad que ese pacifismo clásico es impermeable al cambio de contexto, y el contexto claramente está cambiando. Ya no jugamos en el mismo bando de cuando éramos multilaterales. Ya se pasó el tiempo de la inocencia, ya nos envuelve la furia. Y sin embargo, por otro lado, también es cierto que aviones y misiles nos salen a un ojo de la cara, el ojo que te curarían en el servicio público oftalmológico y la cara de satisfacción de tus padres cuando con becas y buenas universidades te graduaste de médico, abogado, biólogo o ingeniero.

No sé qué pensar, estoy hecho un lío.

Pero lo que sí sé es que las amenazas futuras e hipotéticas no pueden tapar las certezas de las amenazas certeras y ya comprobadas. El cambio climático nos propone una guerra que ya ha estallado y que nos arrasará a todos, y por favor no me digan que exagero porque estoy hasta el gorro de argumentarlo. Y la pobreza, las micro y semiguerras en el sur global, implican la certeza de una inestabilidad planetaria que nos afecta ya de muchas maneras. Y las pandemias, y la resistencia a los antibióticos, hacen cierta la idea de que a nada un bicho mutará, superará todas las barreras y nos llevará consigo. Y sin embargo no he visto reuniones de superalto nivel evacuadas en tres días para soltar la misma pasta contra el calentamiento global, la solución de la pobreza, las micro y semiguerras del sur, o la lucha contra los microorganismos.

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