En la canción 'Beautiful boy' que John Lenon dedicó a su hijo Sean, el tótem de la música y defensor de la paz, que murió asesinado por los disparos de un fan, escribió y cantó que la vida es eso que pasa mientras haces otros ... planes. Lo mismo sucede con la historia. En este verano del 22, mientras descansabas en la playa o en el campo y desconectabas para recuperar la energía tan necesaria para afrontar el inicio de curso, mientras te tocaba trabajar, mientras estudiabas o bailabas 'Despechá' de Rosalía, 'Quédate' de Quevedo y Bizarrap, o mandabas un mensaje a todos tus 'exlovers' al ritmo de Rigoberta, la historia se abría paso.
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Muchos llegamos a este verano con necesidad de expandirnos. Sin duda, dos años de pandemia, la vuelta del nacionalismo criminal que representan Putin y su invasión de Ucrania, los efectos de esta guerra sobre la economía, en especial sobre la europea, tan dependiente del gas ruso en países como Alemania o Italia; y la realidad de un clima que cambia y hace cambiar nuestras vidas, son factores que pueden hacer mella en nuestro estado de ánimo.
En el verano del 22, hemos podido observar con claridad un mundo inmerso en múltiples crisis. Crisis climática entre incendios, sucesivas olas de calor y sequía. Crisis del orden internacional, que no es nueva, pero sí más clara que nunca desde el colapso de la Unión Soviética, puesto que el dictador (una expresión que sí podemos utilizar para Putin, pero que no conviene utilizar en el caso de quien gobierna España, o la Región de Murcia, por higiene democrática) que gobierna Rusia pretende invadir todo un Estado soberano, Ucrania, al que busca hacer pagar el 'pecado original' del euromaidán. Crisis de la economía, empujada por una inflación disparada por el precio de los combustibles fósiles, principalmente el gas y el petróleo, que compramos en muchas ocasiones a regímenes con los que no compartimos ni valores, ni intereses.
En este mes de agosto, en el que han ardido nuestros bosques, Joe Biden ha conseguido aprobar su Plan de Reducción de la Inflación, que en realidad es un gran programa de inversiones para acelerar la transición verde, y reforzar la equidad en el acceso a la sanidad y a los medicamentos, que bajarán su precio. También la administración Biden y los servicios de inteligencia han dado caza y ejecutado al líder de Al-Qaeda, e ideólogo de los atentados del 11-S, Ayman al-Zawahiri, que había regresado a Afganistán tras la retirada de las tropas occidentales y el retorno del régimen talibán. Con este ataque, EE UU ha mandado al menos dos mensajes: de justicia y reparación para las víctimas del 11-S, y de capacidad de ser la policía del mundo, incluso sin presencia militar en el terreno. El 12 de agosto un joven americano de 24 años, Hadi Matar, apuñaló al escritor indo-británico-americano Salman Rushdie. Afortunadamente, el escritor, que se defendió con arrojo de la agresión, ha sobrevivido y ojalá pronto pueda compartir su análisis de lo ocurrido. El agresor ha contado al 'New York Post' que solo había leído un par de páginas del libro 'Los versos sátanicos', que motivó la fatwa publicada en 1989 por el ayatolá Jomeini. A no pocos, este ataque nos ha despertado el interés por leer a este autor, nacido en el seno de una familia musulmana liberal, que evolucionó al ateísmo, y que parece haber narrado como nadie el proceso de descolonización de la India en su libro 'Hijos de la medianoche'.
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En este estío también han corrido ríos de tinta y saliva sobre la crisis entre China y Taiwán, el decreto de medidas de ahorro energético, que incluye ayudas importantes al transporte en tren (que las autonomías y ciudades deben de emular con su transporte metropolitano); sobre los bailes de la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, y hasta sobre la espada de Bolívar, expuesta con motivo de la toma de posesión de Gustavo Petro, primer presidente de izquierdas de Colombia.
Tras haber tomado nuestra dosis de sol y sal, ahora nos anuncian un otoño duro. Sin duda será difícil, y Putin jugará a desestabilizar Europa, en una guerra de nervios en la que nos jugamos no solo el futuro de Ucrania, sino el de la democracia, así como el de esa otra Rusia posible por la que lucharon el político Boris Nemtsov, la activista pro derechos humanos Natalia Estemirova y la periodista Anna Politkovskaya, todos asesinados a manos de un régimen que calla sobre estas ejecuciones, pero se apresura a resolver en dos días el presunto atentado contra Darya Dugina, hija de un ideólogo del imperialismo ruso.
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En estos tiempos difíciles, recordemos que la paciencia y la coherencia también son armas de guerra. Sufriremos, pero menos que quienes han perdido a sus seres queridos, sus casas y su país como consecuencia de la guerra de Putin. Será duro, pero lo democracia ha de vencer porque no es perfecta, pero sí mejor que sus alternativas. Utilicemos la energía que nos han aportado el sol y la sal para no perder el norte, para luchar por Europa, por la democracia y por nuestra autonomía estratégica frente a los dictadores 'dealers' de energías sucias. Les deseo un buen inicio de curso.
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