Es lo que pasa cuando un puto loco gobierna y tiene acceso a todo el poder, a un ejército y a la bomba nuclear. Por eso la democracia importa. Putin necesita ver 'Spider-Man' para entender que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. De ... repente asistimos a una vuelta a los principios del siglo XX. Después de la guerra se acordó que no se tiene la bomba atómica para utilizarla, sino para que nadie la utilice. Si Putin quisiera tendría la capacidad de decidir tirar una bomba atómica en Berlín, Bruselas o cualquier capital o ciudad de Europa central. ¿Estamos? Es como si la geopolítica la hiciese un matón del patio. Lo jodido de la cuestión es que esto ya se ha vivido antes, les recomiendo la lectura de 'Últimos días en Berlín' de Paloma Sánchez-Garnica. Por cierto, una vez más, estos locos tienen fans en España y Europa.
Publicidad
La vida no merece dejarse pasar desde la gelidez de la 'conveniencia política'. Uno puede acertar o equivocarse, pero nunca aparcar el compromiso. Así que he decidido analizar si la OTAN debería intervenir o no.
1) Soporte legal. Porque, como decía Herrero de Miñón: «El derecho es lo único que nos protege de la voluntad del más fuerte». Cualquier intervención contraria al derecho internacional, aun argumentada con los más loables propósitos, es rechazable. Los pobres nunca tienen argumentos contra el cumplimiento de la legalidad, porque estos son tan caros como los aviones que los avalan. Siendo indiscutible la definición de la Alianza Atlántica como organización defensiva, a mi juicio, podría invocarse una intervención ante la seria amenaza para la paz y la seguridad internacional de este conflicto. Lo absurdo del asunto es que la garantía de la intervención corresponde al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (y no a la OTAN), donde el derecho a veto de Rusia frustra cualquier decisión del Consejo de Seguridad de la ONU en esta cuestión.
2) Soporte político o práctico. Es decir, que las buenas intenciones no perjudiquen más que beneficien. Aunque el asesinato de gente y las minas antipersonas en los corredores humanitarios parecen evidenciar lo contrario. Pero puede que esto no sea así, y que el gran discurso del Sr. Borrell, junto con la presión a través de sanciones económicas, acojonen a Putin y le obliguen a aceptar un respeto a los derechos humanos y parar la guerra. O también puede ocurrir que el ruso continúe haciéndose el loco siguiendo las lecciones de la 'Teoría de los juegos' de Thomas Schelling. «Qué sabe nadie», diría Raphael. Nadie puede saberlo hasta que llegue el momento, si queda alguien en Ucrania que quiera contarlo. Espero y confío en ello... pero puedo estar equivocado.
Publicidad
3) Soporte ético. «Paz, amnistía y libertad» recitaba en mi habitación con un póster del Che Guevara presidiendo una pared. Igual tienen razón los del 'No a la guerra'. ¡Vamos a disuadirlos! ¡Qué sigan negociando! Qué más da mientras los muertos no sean nuestros, ni nos llegue el desagradable olor de los hogares y la carne quemados. Lo de Unidas Podemos es para mear y no echar gota. Les recomiendo que vuelvan a ver la película 'Dr. Strangelove' de Stanley Kubrick: «La disuasión es el arte de producir en la mente del enemigo... el miedo a atacar».
Sin embargo, puede que todo sea mentira, que no existan las matanzas, que las imágenes de tanta desesperación sean falsas. La información que nos dan puede estar manipulada. Lo sé, pero no tengo otra y, con ella, me parece inmoral seguir mirando hacia otro lado... pero puedo estar equivocado.
Publicidad
Desde mi habitación se escuchaban los gritos de una mujer que vive debajo. Sonó el timbre y abrí la puerta a un vecino de mi escalera al que tengo calificado de energúmeno y mafioso. ¿No escuchas a la vecina? Deberíamos bajar a exigir a ese animal que no la maltrate, me dijo.
Me pareció indignante aquella propuesta. Primero, porque tenía dudas de su legalidad, al fin y al cabo, no era nuestra casa y no estaba metiéndose con nosotros, era evidentemente un asunto interno. Segundo, porque tenía también dudas sobre su eficacia, nuestra intromisión podría exasperar aún más al salvaje de abajo y lo pagaría aquella pobre mujer. Tercero: uno se declara pacifista, la violencia solo engendra violencia, incluso yo ya le había manifestado, en varias ocasiones, que no me parecía correcto que maltratara a su mujer, y pensaba volver a decírselo la próxima vez que me lo encontrara. Además, no creo que moralmente pueda intervenir en nada.
Publicidad
Feliz conmigo mismo despedí a aquel saco de músculos, orgulloso de haberle privado de lucirlos. Me acosté en la cama y me tapé la cabeza con la almohada para no escuchar los gritos. «Habrá que decirle algo», pensé reconciliándome con mis principios. Seguro que no estoy equivocado.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.