La voluntad de una persona no debe valer en ningún caso 400 euros como cuatrocientos golpes en las costillas. Cuando escribía en un periódico llamado Diario 16, que sólo recordarán los más ancianos aunque en teoría sigue existiendo 'on line', un periodista y sin embargo ... amigo me dijo: «todos tenemos un precio, y el mío no es muy alto». Efectivamente. Pero no una mísera propina de aparcacoches, 400 'napos', que es como para tirárselos arrugados a la cara de quien sea, billete a billete.
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El Gobierno de España quiere comprar a los jóvenes que tengan mayoría de edad para votar con 400 euros «para ocio y cultura». Eso me da que no se va a emplear en ir a las doce de la noche a muchas funciones golfas de 'La Traviata'. En todas las épocas hemos leído los de siempre (como el Nobel Cela decía que en España «el problema es que siempre follamos los mismos», entre los que no me incluí jamás) y hemos accedido a la alta cultura por encima de nuestras posibilidades. La cultura de verdad es siempre contra la sociedad, no fomentada por ella, y contra el bolsillo, de haberlo (no pocos de los grandes escritores han sido enormes ladrones de libros). Pero el asunto es que se atrevan a insultar nada menos que en el BOE, tratando de adquirir la ideología de la gente por lo que cuesta una noche como es debido. Comprar votos, cierto, no viene de nuestro socialcomunismo casero, sino que tiene multisecular tradición democrática en Occidente. De esa clase de democracia que preocupaba a sir Winston Churchill, que visionó, va a hacer pronto un siglo, la tal vez irrecuperable perversión democrática que padecemos hoy en el mundo. A Edgar Allan Poe le trataron de comprar su voto en unas elecciones norteamericanas a cambio de rondas de alcohol en una taberna, por hampones habilitados. El precio de esa convidada 'cultural' no alcanzaba los 400 euros del Gobierno de España, pero sí se cobró la vida del tal vez más importante escritor norteamericano, quien no mebolizaba la bebida. Por 400 euros a lo mejor el siempre desdichado Poe hubiese votado al Diablo, pero son indignos.
Si un adolescente se deja comprar por 400 euros se merece todo lo que le pase en la vida. Al menos que ponga un precio decente a su cabeza. Qué menos que dos ceros más a la derecha, precio mínimo de todo proyecto de hombre de orden. 400 euros da para ver, no sé, toda la obra de Almodóvar en pase privado, que nadie hubiese sentido auténtica necesidad de ver de no ser por esos cuatrocientos euros. La curiosidad, siempre muy minoritaria en nuestra sociedad semisalvaje y que no se improvisa (¡ni se compra!), no es cuestión de dinero, sino con frecuencia de su falta. Pero ya que el Gobierno se pone, que saque la chequera: invitamos nosotros y a lo mejor paga Alemania. Ya he escuchado decir por la calle a algún adolescente: «yo pillo los 400 euros y después por supuesto voto a Vox».
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