Hace unos días, Feijóo afirmó en un casposo programa de televisión que «no se puede ser presidente del Gobierno a cualquier precio». Esta máxima –que ... el nuevo presidente del PP ha repetido en más de una ocasión– era un dardo claramente dirigido a Pedro Sánchez. Y, habida cuenta de lo que sucede en determinadas autonomías gobernadas por alguno de sus barones, sería factible contestarle al gallego que la contundencia de este aserto se le podría volver en su contra. Un boomerang lanzado de esta manera solo puede retornar con una velocidad y violencia mucho mayor. Pero es difícil de creer que Feijóo no sea consciente de que la misma medicina que receta a sus adversarios debe aplicarla a los suyos. De hecho, en el mitin que ofreció, en Murcia, en su gira previa al Congreso de Sevilla, el entonces candidato expresó –delante de la plana mayor del PP murciano– que no se podía gobernar a costa de lo que fuere.

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Es evidente que, hasta el momento, esta intención de evitar el Gobierno «a cualquier precio» no se ha cumplido. Ahí está Mañueco y su pacto de gobernabilidad con la ultraderecha: una transgresión de sus propios principios que lastra la credibilidad de Feijóo en unos términos no pequeños y que, de hecho, le ha supuesto el reproche de sus compañeros del Partido Popular europeo. Pero no acaban aquí las cosas: el caso más flagrante e insostenible de gobernar «a cualquier precio» es el de la Región de Murcia. De hecho, el cambalache de pactos y transfuguismos a través del cual se sostiene el gabinete de López Miras constituye tal insulto a la inteligencia que solo permite ser explicado mediante el pavoroso relativismo que caracteriza al actual régimen de la posverdad. La Región de Murcia se ha convertido, durante los últimos tiempos, y para desgracia de sus habitantes, en el máximo paradigma del 'todo vale' para gobernar. El actual reparto de fuerzas en la Asamblea Regional supone una absoluta perversión de la voluntad de los ciudadanos. La representatividad de Cs y Vox la ostentan los que precisamente han traicionado a ambos partidos, en una vuelta de tuerca que corrompe todo el engranaje de la democracia. A su vez, los 'ex de Vox' están enfrentados a muerte entre sí, atomizando todavía más la estructura del Gobierno regional, el cual, a día de hoy, está conformado por 'ego-ínsulas' imposibles de ser coordinadas y de participar en algo parecido a un proyecto común.

Mientras que Feijóo no solucione el 'problema murciano', cualquier lección ética que pretenda dar a Pedro Sánchez sobre la no idoneidad de gobernar «a cualquier precio» estará deslegitimada de raíz. Y a nadie escapa que el galleguismo del presidente del PP se traducirá, en este caso, en no tocar nada hasta las próximas elecciones autonómicas. Quizás este estado de contradicción no le preocupe demasiado, puesto que, como es sabido, la Región de Murcia no suele contar demasiado en el contexto nacional. Feijóo está ahora más preocupado por no disgustar a Ayuso –cuya capacidad para dinamitar poderes orgánicos está sobradamente contrastada– que por llevar a efecto una verdadera renovación/regeneración del PP. No en vano, el caso de la Región de Murcia constituye tal normalización de la indecencia democrática que, por más que el ruido se haya transformado en silencioso 'statu quo', únicamente puede erosionar la confianza en Feijóo.

La Región se ha convertido, durante los últimos tiempos, en el máximo paradigma del 'todo vale' para gobernar

Mantenerse en el Gobierno «a cualquier precio» no quiere decir, en el caso de la Región de Murcia, preservar la hegemonía de unas siglas en un territorio concreto. Con un Gobierno como el que preside López Miras es imposible desenvolverse con un mínimo de fidelidad al programa de un partido. Es más, lo de menos, a estas alturas, es ejecutar un proyecto. El Gabinete de López Miras es, exclusivamente, una suma de intereses personales en la que lo más importante es añadir unos meses más de sueldo. Cuando tu continuidad depende de la voluntad caprichosa de los tránsfugas de Cs y de Vox, capaces de saltarse con descaro todos los límites éticos imaginables, ¿se puede esperar algún tipo de gestión coherente? ¿Hay detrás de las acciones del Gobierno regional algún principio o creencia en el bien común más allá de la desesperada necesidad de sobrevivir políticamente? ¿Se puede sentir un votante de centro-derecha identificado con la polifonía de egos que resuenan en la mesa del Consejo de Gobierno? Sinceramente, lo dudo.

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El Gobierno de López Miras ha dejado de ser representativo de cualquier tipo de ideología. Ni la tiene ni la persigue. Y así sucede porque enraizarse en un perfil ideológico específico supondría estar obligado a comportarse con un mínimo de coherencia. Y, en el 'sálvese quien pueda' en el que se ha convertido el Ejecutivo autónomo, medir la solvencia de tu acción política con respecto a la ejecución de un programa identificativo supondría explicitar que el rey está en cueros –algo que López Miras intenta evitar a toda costa–. O Feijóo pone remedio al Gobierno «a cualquier precio» de la Región de Murcia, o su desempeño como regenerador del centro-derecha quedará en breve completamente desacreditado.

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